martes, 27 de junio de 2017

El otro día discutí con un feminista

No hay nada más noble y satisfactorio en esta vida que luchar por aquello en lo que uno cree. Defender tus ideales y compartirlos con el prójimo, para que a la noche cuando te acuestes y apoyes la cabeza en la almohada, cierres los ojos pensando en que hiciste algo por cambiar el mundo y convertirlo un lugar mejor.

Pero como bien dicen por ahí, todo en exceso es malo.

El otro día durante una conversación con amigos en un grupo de chat, entre emojis y audios, se me ocurrió compartir un meme que hacía alusión al antifeminismo. No porque yo sea antifeminista, ni mucho menos. Simplemente me resulto cómico en el momento y por eso decidí subirlo.

Carlos, uno de los chicos del grupo, es un feminista empedernido, y les mentiría si les dijera que no esperaba una reacción suya al momento de compartir la imagen. De hecho esperar su reacción negativa tal vez haya sido mi única motivación a la hora de subir el meme. Hacer que se enojara, me puteara y que luego todo el asunto se terminara ahí. Sacarles unos cuantos “jajajaja” a mis amigos y continuar con el curso de nuestras vidas.

Lamentablemente las cosas terminaron por dar un giro totalmente inesperado.

Decir que Carlos se lo tomo a mal es poco y no le hace justicia a la conversación que están a punto de leer.

El no solo se enojó con todos nosotros (conmigo por haber compartido el meme y con el resto por haber tipiado aquellos “jajajaja”) sino que abondo el grupo y cualquier intento por hacerlo volver resultó completamente inútil.

Carlos es el tipo de persona que piensa que puede cambiar el mundo por sí mismo a base de palabras. Interminables monólogos en donde expone sus pensamientos y te explica porque todo lo que vos hagas y/o digas está mal, mientras que el representa todo lo que está bien.

Sabía muy bien en donde me estaba metiendo cuando decidí hablarle por privado. Una caverna oscura e inhóspita, en donde la razón y el sentido común quedaban completamente anulados por el Leviatán de la soberbia.

Aun así tenía que intentarlo.


W: Hola Carlos.

Carlos: Hola.

W: ¿Que pasó? ¿Por qué saliste del grupo?

Carlos: Me pareció totalmente fuera de lugar lo que compartiste. Muy desagradable.

W: Jajajaja ¿Para tanto? Es solo un meme man, la gente comparte miles de imágenes como esa por día, y peores también. Relajate.

Carlos: No W, no me puedo relajar. Es justamente tu actitud lo que más me molesta. Que te lo tomes como si fuese una joda.

W: Es que es eso Carlos. Una joda. Una imagen que vi por Facebook y después compartí en el grupo. Si vos te lo queres adjudicar como algo personal es un tema tuyo.

Carlos: Yo creo que hasta para “joder,” como decís vos, hay límites. Hacer bromas con algo tan serio en los tiempos que estamos viviendo hoy simplemente no me parece.

W: Disculpa Carlos, ¿Qué tiempos?

Carlos: ¿No lees las noticias vos? ¿Tan ignorante sos?

W: Sí, las leo.

Carlos: ¿Y entonces?

W: Es que realmente no entiendo cuál es la conexión entre las fuentes de noticias, con un meme que compartí por un grupo de chat. Además salís con eso de “Los Tiempos de Hoy”. ¿Por qué no me explicas eso mejor?

Carlos: ¿Es que realmente hace falta que lo explique? ¿De verdad sos incapaz de percibir el nivel de complejidad y agravamiento de tus propios actos? Pensé que eras más inteligente.

W: El problema no es que tan inteligente pueda ser yo, Carlos. El tema es que vos tenes que pensar que el resto de los mortales no fuimos dotados con las mismas habilidades deductivas que vos.

Carlos: Sos un boludo, W. Te la das de vivo y sos un pobre boludo.

W: Puede ser. Por eso mismo te imploro, oh gran eminencia de la edad contemporánea, que ilumines mi estupidez con tu relato resplandeciente.

Carlos: Jajajaja, ok, no voy a entrar en tu juego.

W: ¿Qué juego?

Carlos: Esos juegos que tanto te gustan jugar con la gente, propios de un subnormal como vos.

Nota: En los pocos segundos que tuve para poder replicar lo que me acababa de decir, manda otro mensaje. Por lo que descarto mi contestación.

Carlos: Vos te lo tomas en broma, y así, por gente como vos, todos los días a las mujeres las matan, las violan y las descalifican como personas.
Pero bueno supongo que para la gente como vos vale la pena con tal de poder reírse un poco y pasar el rato.

W: Carlos es solo un puto meme.

Carlos: Así empieza la gente como vos, compartiendo memes.

W: Perdón, ¿la gente como yo?

Carlos: Personas que un día comparten un meme y al otro están violando nenas de quince años.

W: Carlos ¿Me estas llamando violador serial por compartir un meme que vi en una página? ¿Esto es real?

Carlos: Es que si te pones a pensar, todos los hombres son violadores. Por más que no practiquen el acto en sí, en el fondo todos están podridos.

Nota: Obviamente tras semejante declaración del buen Carlos, me quedo unos minutos expectante frente al monitor esperando a que agregue algo más, pero no fue el caso

W: Pero entonces por lo que me estás diciendo, tengo que llegar a la conclusión de que vos también sos violador.

Carlos: Es que no es algo que yo elija de manera consciente, sino que viene incorporado en nuestra naturaleza.

W: Entiendo.

Carlos: Es que es así.



W: Che Carlos.

Carlos: ¿Qué?

W: ¿Otra vez estuviste chupando la bola del desodorante?

Carlos: Andate a la mierda enfermo.

W: Vos violas nenas de quince años ¿Y el enfermo soy yo? ¿Cómo es eso?

Carlos: YO NO VIOLE A NADIE PELOTUDO. Una cosa son los pensamientos que yo como ser humano pueda llegar a gestar y otra muy diferente es burlarse de la imagen de la mujer como lo haces vos!!!

W: Yo solo compartí una imagen, técnicamente no me burle de nadie.

Carlos: ¿Vos decís?

W: Obvio. Pero bueno, ahora solo resta saber una cosa.

Carlos: ¿Qué cosa?

W: Si me vas a denunciar, Carlos.

Carlos: ¡¿Denunciar?! ¡¿De qué hablas?!

W: ¿Cómo de que hablo? De la Policía Anti-Memes, por supuesto. ¿Me vas a denunciar?

Carlos: No es que claramente con vos no se puede hablar porque no estás bien de la cabeza.

W: Carlos por favor te pido que no evadas la pregunta. Necesito saber si me vas a denunciar. No puedo ir la cárcel.

Carlos: Matate imbécil.

W: Tomo tu silencio como un “no” entonces. Me parece justo. Vos no me denuncias por lo del tráfico de memes y yo no le menciono a nadie lo de las violaciones.

Carlos: Chabón, agradece que no te tengo en frente mío en este preciso instante.

W: ¿Pensas violarme a mí también?

Carlos: Me das lastima. De verdad te lo digo.

W: ¿Por?

W: ¿Carlos?

W: ¿?

*Me bloquea*


A esta altura es una obviedad señalar que cuando alguien te bloquea en Facebook, al mismo tiempo que dejas de ver cualquier actividad del contacto en cuestión, la “amistad” queda cancelada de manera automática y la persona simplemente desaparece de tu lista de amigos.

A menos que me hiciera una cuenta nueva exclusivamente para hablar con Carlos, o que usara la de otra persona (de hecho la de mi hermano fue la opción más latente en su momento) no iba a poder hablar con él. Lo cual es una pena, porque la conversación, como pocas veces, me dejo un gusto realmente amargo. Carlos era un amigo, y no quería perder su amistad a causa de un tonto malentendido por chat. Sí. Era un estúpido y tenía una pésima manera de defender su punto de vista. Pero aun así, no valía la pena, por lo que decidí hacerme una nueva cuenta y hablarle al día siguiente, cosa de encontrarlo más calmado.

W: Hola, Carlos.

Nota: Ni bien le mando el mensaje, lo primero que pensé fue que no iba a responder y que directamente me iba a bloquear, pero para mi sorpresa, responde casi al instante.

Carlos: ¿Qué queres?

W: Eeeh ¿Por qué la mala onda? Encima que me bloqueas del Feisbus.

Carlos: Vos te lo buscaste, con tu mediocridad y falta de respeto.

W: Los chicos preguntan cuándo vas a volver al grupo.

Carlos: No pienso volver.

W: Carlos, yo jamás te falté el respeto. Y si en algo me equivoque, Dios sabe que lo estoy pagando.

Carlos: ¿Dios? ¿De qué estás hablando? No empecemos con la boludez de nuevo, por favor.

W: Es en serio Carlos. Cualquier cosa que haya hecho mal en los últimos días, tene la plena seguridad de que lo estoy pagando y con creces. Vos deberías saberlo, después de todo esto fue obra tuya.

Carlos: No entiendo de que estás hablando.

W: Recibí una carta.

Carlos: ¿Una carta?

W: Sí, una carta.

Carlos: ¿De quién?

W: Carlos, ¿de verdad pensas seguir con esta farsa de que no sabes nada al respecto?

Carlos: Es que no sé de qué carajo hablas chabón. ¿Se puede saber de qué mierda es la carta?

W: Me citaron, Carlos.

Carlos: ¡¿De dónde?!

W: Del Ministerio de Memes.

Carlos: ANDA A LA CONCHA DE TU HERMANA.

W: Es en serio, Carlos. Me citaron a declarar por el uso de memes antifeministas.

Carlos: A vos no te pueden citar a declarar de ningún lado porque sos inimputable flaco.

W: Te llevaría la carta hasta tu casa para que la veas y me creas, pero no puedo porque estoy bajo arresto domiciliario, Carlos. Y todo por tu culpa.

Carlos: Matate enfermo. Por tu bien espero no cruzarte por la calle, porque te juro que te mato.

W: Está bien Carlos. Si no queres volver a verme o hablarme lo entiendo y lo respeto. Pero necesito que por lo menos me digas la verdad. Creo que me lo merezco.

Carlos: ¿Qué verdad, idiota? No sé de qué hablas y la verdad que ni me importa tampoco.

W: ¿Cuántas, Carlos?

Carlos: ¿Cuántas que?

W: ¿Cuántas chicas violaste?

Carlos: Te voy a matar.

W: Carlos, yo lo único que quiero es saber la verdad. Los padres de esas criaturas merecen saber la verdad.

Carlos: Quedate tranquilo que te la voy a contar personalmente. Estoy saliendo para tu casa, infeliz.

W: Barbaro, así charlamos un poco.

Carlos: Te voy a dejar hecho una figurita.

W: Carlos ya que venís, ¿no me harías el favor de traerme la PSP que me olvide en tu casa?

*No vuelve a responder*

Dos días pasaron de esta conversación. De más está decir que Carlos nunca se presentó a cumplir sus amenazas (ni vino a traerme mi PSP, vale aclarar) porque es un cobarde que está dispuesto a defender su credo siempre y cuando sea detrás de la salvedad de un monitor.


Malditos fanáticos. Juro que no voy a descansar hasta cazarlos a todos.



jueves, 15 de junio de 2017

Ser social está sobrevalorado

La habilidad de prejuzgar a la gente es algo que viene incorporado en el ser humano prácticamente desde que este adquiere la capacidad de razonar.

Todos en algún momento de la vida hemos hecho uso de esta facultad. Negarlo no tendría ningún sentido ya que forma parte de nuestra naturaleza.

Solo nos basta con ver una persona un poco excedida de peso caminando por la calle para pensar: “Mirálo al gordo, que se tragó? Un fiat 600? Debe estar todo el día comiendo seguro. Fija”

Sin detenernos a pensar un instante en las circunstancias que lo habrán llevado a tener esas dimensiones, pobre gordo.

O si no de pronto cruzarnos con un amigo, un conocido; en donde se da la casualidad de que justo las dos veces que lo vemos se encontraba tomando una cerveza con un grupo de amigos. Entonces tomando eso y sumando el hecho de que después sale etiquetado en una foto de Facebook donde se lo ve con un vaso de cerveza en la mano, nos da los elementos suficientes para concluir casi de manera instantánea que el tipo es una esponja humana y que a donde sea que vaya se toma todos los tragos habidos y por haber, amaneciendo la mañana siguiente desparramado sobre el tibio charco de su propio vomito.

Y pasa exactamente lo mismo con las personas que son antisociales.

Desde el origen de los tiempos, es costumbre del hombre colocar a este tipo de personas en lo más bajo de la pirámide social. Vistos por lo general como criaturas oscuras del inframundo, quienes llevan una existencia triste, vacía y patética.

“¿Pero por qué pasa esto, W?” te estarás preguntando vos en este momento sentado frente a la PC, mientras esperas cómodamente a que esas gigas de anime y virginidad en estado puro se terminen de descargar.

Si bien no creo tener la respuesta definitiva, para tratar de responder esa incógnita me remitiré al tópico inicial: El prejuzgamiento.

En la mayoría de los casos, las personas antisociales tienen muy pocos amigos (o directamente no tienen), casi no salen y no hablan más que lo justo y necesario para hacerse entender y poder así satisfacer las necesidades básicas como comer y vestirse.

Y son justamente aquellas características las que inducen a la gente “normal” a pensar que llevan una vida miserable.

Hoy no solo te voy a demostrar que eso es completamente falso. Patrañas que se inventan los normys para darse una explicación a ellos mismos sobre una realidad que escapa a su imaginación y entendimiento como agua entre los dedos. No. No solo te voy a demostrar eso, sino que también te voy a revelar porque ser una persona antisocial tiene, de hecho, bastantes beneficios.

Esto claro, siempre y cuando sepas usar bien tus cartas. Así que sentate y toma este articulo como una guía práctica, la cual te va ayudar a desarrollar ese potencial que tenes oculto y que los normys envidian en secreto.

Para empezar, y esto es clave: el universo ignora por completo tu presencia. Esto significa que desde el vamos nadie te va a pedir que hagas algo por alguien porque nadie espera algo de vos. Lo cual te va a facilitar la vida en un 90%

Presta atención:

Donde una persona normal se ve obligado a inventar una excusa que lo ayude a escapar de un evento al que no quiere ir. Ya sea un cumpleaños, un asado con tus compañeros de trabajo o un velorio, a vos directamente ni te van a invitar. Porque la idea de ese tipo de reuniones es pasarla bien. Sonreír y regocijarse bajo la luz del sol en una tarde rodeado de amigos y seres queridos. Y como vos justamente representas la antítesis a todo eso, van a tomar todas las medidas necesarias para evitar que vayas y les jodas el día.

¿Y los podrías culpar por ello? No. Sabes que no. Sabes perfectamente que basta con que respires a solo dos metros de la vida de otro ser humano para cagarsela.

La fecha de tu cumpleaños es otro ítem atractivo que tenes a tu favor. Ya que en contraste con la gente a la que literalmente no le alcanzan las horas del día para poder reunirse con todos sus amigos y familiares y tienen que recurrir a festejarlo en dos o tres días, tu única preocupación es que no te falle ninguno de los dos únicos amigos que tenes. Esos dos amigos más los extras de la primaria que puedan llegar a caer más tarde porque les dijiste que iba a haber cerveza.

Mientras los demás se ven en la tediosa tarea de atender los más de treinta o cuarenta llamados que recibe de gente para felicitarlos y que los tiene media hora en el teléfono en el mejor de los casos, vos con el único llamado que vas a tener que lidiar va a ser con el de tu abuela, si es que se llaga a acordar de esa fatídica fecha que supone el día de tu llegada a este mundo.

Ya me la puedo imaginar a la venerable anciana, sentada sobre su silla mecedora y pensando:

“Y si, lo voy a tener que llamar. Es mi nieto, no me queda otra. Mejor me lo saco de encima ahora, antes de que empiece la novela.”

No tengas dudas. Ese es el pensamiento exacto que pasa por su cabeza antes de llamarte por teléfono. Anhelando siempre la posibilidad de que por algún motivo no puedas atender la llamada.

“Ay qué bueno sería que no me atienda. Que esté hablando con otra persona. No, pero claro ¿Quién lo va a llamar? Debo ser yo la única pelotuda.”

Y entonces con un inmenso dolor en el pecho, empieza a marcar el número de tu celular.

Pero bueno, es un llamado cortito, de diez minutos con toda la furia en el cual vas a hablar exactamente lo mismo que hablas todos los años.

-Hola querido, feliz cumpleaños
-Gracias abuela
-¿Cómo la estás pasando?
-Bien, bien. ¿Vos cómo estás abuela?
-Bien querido, bien.
-Bueno me alegro abuela, ya te voy a ir a visitar.

Ahí tu abuela entra en pánico y automáticamente piensa:

“Ay no, por Dios no. Ay, ojala que no venga. Ay ojala que lo pise un auto y no pueda venir. No es que no lo quiera, es mi nieto, pero que se quede en su casa. Que no me venga a joder mí.”


Otro punto a destacar de este infravalorado grupo, es que no tienen que preocuparse por responder un mensaje a tiempo, porque rara vez reciben uno. Y si lo hacen, de seguro son mensajes que se limitan exclusivamente a temas como la facultad y el trabajo.

Para que perder tiempo en conversaciones ociosas del tipo “Hola, cómo estás?” o “Che como venís llevando el tema de la amputación de tu pierna izquierda”?

No tiene sentido.

No tienen que dar explicaciones de porque llegan a la hora que llegan, ya que no tienen a nadie que los esté esperando.

Incluso tu madre, la persona que te engendró, se decepciona cada vez que escucha el sonido de las llaves detrás de la puerta y te ve atravesar la sala al tiempo que exclamas “Ya llegué.”

Tu mamá, en su total ignorancia, es presa del miedo ante la idea de pensar en que te pongas a hablar con ella.

Stop.

¿Hablarle de que? Pobre ingenua, ignora por completo que como todos los días no tenes nada que sea relevante para contar, y lo único que queres es retirarte a tus aposentos para estar solo y en silencio, mientras abrazas a tu vieja amiga la oscuridad.

Al principio te hable sobre la gente que inventa todo tipo de excusas a fines de librarse de un evento al que no quieren asistir.
Lamentablemente no todos gozan de la misma creatividad, por lo que muchas personas ocasionalmente se ven obligadas a asistir a lugares en contra de su voluntad y se exponen al contacto con gente a la que no quieren ver, solo para no herir los sentimientos de la persona que los invito.

“No, como no vas a ir. Queda mal.”
“No, como te vas a ir a esta hora. Queda mal.”


Novatos.

Vos, que sos experto en pasar desapercibido hasta en la fiesta de tu propio cumpleaños, no tenes este tipo de inconvenientes, y si no estas a gusto con el ambiente que te rodea simplemente te levantas y te vas.


El problema con la gente común es que se aventura a indagar sobre las cuestiones personales de una persona, sin antes detenerse a pensar si realmente le importa.
Basta para que una persona que apenas conocen entre en su campo de visión para preguntarle “¿Todo bien?” sin saber a que se están embarcando.

Y es justamente ahí, donde sucumbe el hombre común, que el antisocial triunfa, y se pregunta a si mismo:

“¿Me importa cómo está esta persona? No lo creo. Auriculares a mí.”