Esta es una historia normal.
Una historia común y corriente. Algo que
tranquilamente te pudo haber pasado a vos o a un amigo tuyo. Pero que, por
azares del destino (¿Y por qué no? Un ensañamiento injustificado que la vida
pareciera tener conmigo) me sucedió a mí. Un tipo común. Que pasa desapercibido en
cualquier lado. Basta con echarle una a mi paso por la escuela primaria y secundaria, donde fui prácticamente un fantasma.
Aunque siempre con un mismo objetivo: Hacer el
bien. Más aún cuando se trata de ayudar a alguien cercano. Como un amigo.
Pero antes de comenzar con mi relato quiero decirles que me gustaría que tomen esta anécdota como un aprendizaje. Que absorban mis
palabras como si tratara de una esponja. Que procesen todo lo que digo y viertan
ese conocimiento en su vida cotidiana. Así no terminan como este servidor -del bien, por supuesto-. Que
por ayudar a un colega acaó metido en flor de problemilla.
Algo circunstancial, y que de paso, aprovecho
para reafirmar que me declaro absolutamente inocente de todo lo que se me
acusa.
Que de hecho si tuve un rol en todo este asunto,
les puedo asegurar que es el de víctima.
Esta historia tuvo lugar aproximadamente hace
tres años. Es decir, que fue algo preexistente a todo esto de la pandemia. Época que difícilmente vuelva. Donde muchas personas, como yo, no
podían usar el tema del aislamiento social para justificar su triste y lamentable vida social.
Hoy por lo menos vivo un poco más tranquilo en
ese sentido, ya que cuando me preguntan “¿Che y vos no salís a ningún lado?”
les puedo decir “No. No porque me estoy cuidando, viste. Con esto del virus.”
SÍ, claro. Un virus. Ya hace mas de 30 años que me estoy
cuidando de ese virus.
Cuando la realidad es que no salgo porque
sencillamente no tengo a nadie con quien salir y los pocos amigos que me quedan
hoy en día si me ven caminando por la calle se cruzan de vereda. Como si
tuviese la peste. Como si me culparan a mí de ser el artífice de sus penurias y sus días grises.
Como mi amigo Gilberto.
Todo comenzó un viernes por la noche. Yo me
encontraba en mi casa viendo el noticiero. Lo mismo de siempre. Tampoco es que
esperaba escuchar algo interesante. Debo admitir que la mayoría de las veces
simplemente suelo dejar la tele prendida para escuchar otra voz humana y hacer
de cuenta que no estoy tan solo en la vida.
“…y en lo que respecta al tiempo, bueno, vos
que estás ahí en casa ansioso por saber si te vas a poder juntar con tus seres queridos a comer un asado, quedáte tranquilo porque vamos a tener un fin de semana
hermoso y despejado. Cálido, con un sol resplandeciente y alegre, ideal para
salir con amigos y disfrutar de este verano que recién está empezando.
¿Existirá algo mejor que el verano? Yo la verdad que lo dudo mucho. ¿A quien no
le puede gustar el verano? A un enfermo únicamente.”
-Hablá por vos -dije en vos alta, sin nadie que pudiera
escucharme. Porque claro, como les dije, siempre me encontraba solo-.
“…Y lamentablemente ahora tenemos que pasar
a noticias seguramente menos agradables. Ya que el barrio de Paternal sigue
buscando desesperadamente a Wilfredo. Joven que ya lleva más de un mes desaparecido,
luego de haber sido visto por última vez en una juntada con dos amigos. La
familia en este caso, se encuentra extremadamente preocupada, siendo un caso
tan particular el de este joven, ya que Wilfredo es discapacitado. A raíz de un
accidente en donde perdió dos de sus piernas, luego de que…vamos a decirlo, con
perdón de la expresión, un malnacido, quien se decía ser su amigo, lo pasó
con un auto por encima. Estamos en vivo con la familia de Wilfredo, vamos con
el móvil, por favor.”
No pude soportarlo más.
Les juro que tuve que apagar la televisión de lo
indignado que estaba. A veces me cuesta mucho creer que exista gente tan mala
en el mundo. Y probablemente, la historia del noticiero, de aquel desafortunado
joven, me terminó afectando más de lo que hubiese querido. Dado que yo también
tenía un amigo llamado Wilfredo. ¡Quien además también es de Paternal y
casualmente no veo hace más de un mes!
Y que por si las coincidencias ya no fuesen lo
suficientemente escalofriantes, hace un par de años mi amigo también sufrió un
accidente en donde se podría decir que yo, en parte, conté con algo de
responsabilidad. Un trágico accidente, donde, bueno, por caprichos del destino
mi amigo acabó perdiendo ambas piernas. Y nada, viste, yo desde ese día como
que siento que el tipo jamás volvió a ser el de siempre.
¡Ay, Wilfredo! -lamenté hacia mis adentros- ¿Qué no haría para poder localizarte? ¡Sí hasta me rasgaría el pecho y arrancaría el corazón con mis propias manos con tal de tener noticias
tuyas!
De hecho Jorge, un amigo que tenemos en común, el
otro día me llamó con la idea de ir a pegar panfletos por el barrio, para ver
si en una de esas conseguíamos algún dato sobre su paradero. Pero bueno,
lamentablemente no se dio, porque yo ese día justo tenía que ir al cine. Y justo ya había pagado la entrada. Sí, una cagada.
A parte convengamos que mi amigo Jorge es un
exagerado. Un teatrero de aquellos. El típico sujeto que entra en pánico ante
la primera señal de irregularidad que se presenta. Yo le dije: “Jorge, déjate de
joder, estás actuando como si Wilfredo estuviese desaparecido. A ver, pasó un
mes nomás, se habrá ido de joda por ahí. Estará con alguna minusa.”
-¿Pero a donde va a ir si no tiene piernas?
-Mirá Jorge, que a vos las mujeres no te den bola
por ser la persona más intrascendente del planeta, no quiere decir que Wilfredo
no pueda salir a mojar la oblea de vez en cuando. Con o sin piernas. Hay gente
que de verdad desaparece todos los días y vos te estás armando una película que
nada que ver me parece. Wilfredo no está desaparecido. A lo sumo estará en
hiatus.
Y después de decirle eso le tuve que cortar
porque la verdad ya me estaba rompiendo bastante las pelotas. A ver, Jorge es
mi amigo y yo lo quiero mucho, pero a veces su egoísmo me resulta chocante.
Volviendo al tema que nos concierne, después de
que apago el televisor, esa noche, justo cuando estaba yendo a la cocina a
buscar un vaso de agua, escuchó un ruido extraño.
BRRRR…BRRRR…
Yo me sobresalté, pensando de donde podía provenir
aquel sonido. Hasta que veo en dirección a la mesa y compruebo que se
trataba de mi teléfono celular, el cuál estaba vibrando.
Había recibido un mensaje.
Si antes me había puesto nervioso por el ruido,
ahora estaba peor. Ya que rara vez suelo recibir mensajes. De ningún tipo.
La pantalla del celular se ilumina al momento de
desbloquearlo, y ahí compruebo que no tenía uno sino varios mensajes. Cinco de
hecho. Por lo que uno a uno me pongo a leerlos, arrancando por el más viejo por
supuesto. Este era de hace dos semanas y decía lo siguiente:
MENSAJE 1 DE 5
HACE DOS SEMANAS
DE: 15-XXXX-XXXX
ASUNTO: TÍA CARMELA
HOLA, SOY YO, TU PRIMO. SE QUE DEBIDO A UNA SERIE
DE DIFERENCIAS QUE HEMOS TENIDO EN ESTE ÚLTIMO TIEMPO NOS ENCONTRAMOS DISTANCIADOS.
PERO COMO SABRÁS, LA TÍA CARMELA SE ENCUENTRA INTERNADA Y EL ÚLTIMO PARTE MÉDICO
POR DESGRACIA NO FUE MUY FAVORABLE. ESTARÍA BUENO QUE CUANDO PUEDAS, PASES A
VERLA YA QUE HOY FUI Y ME PREGUNTÓ POR VOS. UN SALUDO.
Recuerdo que mi primera reacción fue decir “¿Y
quien carajo es la tía Carmela?” Y sobre todo ¿Quién era este boludo me
escribía diciendo ser mi primo? De seguro era número equivocado, por lo que
simplemente borré el mensaje y pasé al siguiente.
MENSAJE 2 DE 5
HACE UNA SEMANA
DE: 15-XXXX-XXXX
ASUNTO: NO QUEDA MUCHO
LA TÍA APENAS PUEDE HABLAR. TE PIDO POR LO QUE
MAS QUIERAS QUE SI AÚN QUEDA ALGO DE HUMANIDAD EN TU CORAZÓN PASES A VERLA. POR
LO MENOS 5 MINUTOS. AYER CON LAS POCAS FUERZAS QUE TENÍA SE PUSO A RECORDAR
CUANDO NOS HACÍA PAN MIENTRAS NOSOTROS JUGABAMOS EN EL JARDÍN DE SU CASA CON EL
PERRO TOTO. POR LO QUE MÁS QUIERAS, VENÍ A DESPEDIRTE. NO VAYA SER COSA QUE EL
DÍA DE MAÑANA TE ARREPIENTAS POR NO HABER PODIDO COMPARTIR UN ÚLTIMO MOMENTO
CON LA TÍA.
Ah, pero un sentimental importante el pesado este. Que claramente se ve que seguía teniendo el número equivocado.
Pero todavía quedaban más mensajes, uno más
confuso que el anterior, debo decir.
MENSAJE 3 DE 5
HACE 2 DÍAS
DE: 15-XXXX-XXXX
ASUNTO: ¡¡¡POR FAVOR!!!
YA NO SÉ COMO PEDIRTELO. A ESTA ALTURA YA NI SÉ
SI SIRVA DE ALGO. LOS MÉDICOS LE DIERON A LA TÍA 24 HS DE VIDA. NOS DICEN QUE
TENEMOS QUE SER FUERTES, QUE LE HABLEMOS A LA TÍA QUE POR MÁS QUE YA NO PUEDA
HABLAR, NI MOVERSE, ELLA NOS ESCUCHA. PRIMO, POR LO MENOS VENÍ A SOSTENERLE LA
MANO, QUE SE VAYA DE ESTE MUNDO SABIENDO QUE TODA LA FAMILIA ESTUVO CON ELLA ACOMPAÑANDOLA.
FALTÁS VOS NADA MAS. ¡¡¡POR FAVOR!!!
Yo a esta altura estaba entre denunciar el número
o seguir leyendo para ver que mas decía esta persona, que, claramente, no
estaba en su sano juicio. Acabé quedándome con la segunda opción.
MENSAJE 4 DE 5
HACE 1 DÍA
DE: 15-XXXX-XXXX
ASUNTO: ¡¡¡BASURA!!!
LA TÍA SE NOS FUE. YA ESTARÁS CONTENTO. OTRO
FAMILIAR QUE DECEPCIÓNAS EN LA VÍSPERA DE SU MUERTE. TE DIRÍA QUE LE PIDAS
DISCULPAS A LA TÍA CARMELA, PERO NO VA A PODER SER PORQUE UNA PERSONA QUE
EMANABA TANTO AMOR COMO ELLA DE SEGURO SE VA A IR AL CIELO, ¡¡¡EN CAMBIO VOS TE
VAS A PUDRIR EN EL INFIENRO COMO EL SORETE HIJO DE PUTA QUE SOS!!! ¡¡¡QUE
SIEMPRE FUISTE!!! NO TE QUIERO VOLVER A VER EN MI VIDA, A PARTIR DE HOY PARA MÍ
ESTÁS MUERTO, BAH, YA HACE RATO QUE LO ESTABAS.
Yo me quedé perplejo. No entendía nada. No me
parecía justo. A ver, ¿Por qué tenía yo que estar leyendo todas estas cosas tan
espantosas?
No, es que claramente debía tratarse de un número
equivocado y una persona que se encontraba mentalmente desequilibrada. Además,
hasta donde tengo entendido yo no tengo ninguna tía Carmela. Que locura todo
esto, por Dios.
Pero bueno, así es como llego al quinto y último
mensaje. En esta ocasión por suerte se trataba de un amigo. Gilberto, quien me
escribía para decirme que -para variar- otra vez se había peleado con la novia.
MENSAJE 5 DE 5
HOY A LAS 20:45
DE: Gilberto
ASUNTO: hola amigo
HOLA, ¿COMO ESTÁS? ESPERO QUE POR LO MENOS MEJOR QUE YO. OTRA VEZ NOS PELEAMOS CON LUCRECIA. Y SI, YA SÉ LO QUE ME VAS A DECIR, PERO ESTA VEZ PARECE QUE ES DEFINITIVO.
¿NOS PODRÍAMOS JUNTAR A CHARLAR UN RATO
Y DE PASO TOMAR ALGO? SIENTO QUE TENGO MIL COSAS DANDO VUELTA EN LA CABEZA. YO
INVITO, DALE.
Al leer las palabras de mi amigo una sonrisa
astuta se me dibujó en el rostro.
“Definitivo” ¡Ja!, Si, claro. Como si no hubiese
escuchado eso antes.
Si me lo preguntan, este tipo de relaciones (amorosas,
románticas, o como quieran llamarle) no son más que una pérdida de tiempo. Una
actividad que, a largo plazo, lo único que hace es retrasarnos de nuestras
metas y objetivos.
Un bucle interminable de desacuerdos y planteos
absurdos entre las dos partes, que después se reconcilian solo para volverse a
pelear. Repitiendo este proceso de manera sistemática hasta que finalmente uno
de los dos infelices se muere.
Si no mírenlo a mi amigo Gilberto. Aferrado como garrapata a una relación sin futuro, todo bajo el bendito justificativo de siempre: “Estoy enamorado”.
Sí. Un pelotudo.
Entonces yo me pregunto ¿Qué significa estar
enamorado? Porque a ver, yo he tenido relaciones, pero ahora tengo dudas con
respecto a si estaba enamorado o no. Tal vez lo estuve y no me enteré.
¿Acaso es una cuestión de compañerismo? ¿De
apoyar a la otra persona? ¿Del famoso "poner la otra mejilla"?
Porque si es así creo que no existe un mejor
compañero que yo. Siempre apoyando a quien en aquel entonces fue pareja. Mi
media naranja. Mi compañera en el modo cooperativo dentro de este dificultoso
juego que es la vida.
Siempre estuve ahí con ella, apoyándola en
absolutamente todo:
“Ahí te quedó algo de polvo”.
“¿De verdad a vos te parece que esto es pasar
bien un plumero?”
“Mas vale que no le quede grasa a la sartén
porque te hago tragar la esponja.”
Cosas así. Ah, que recuerdos.
Todas palabras motivadoras para que la mina pueda desempeñar bien sus funciones de mujer. Ya saben: limpiar, cocinar, obedecer. Esas cosas.
Pero no sé, después de aquella última relación
fallida de convivencia que tuve, sumado a las seis anteriores, empiezo cuestionar mis propios métodos de convivencia y decir: “La pucha, capaz estoy haciendo algo mal.”
Y bueno no quería que a mi amigo le suceda lo
mismo. Motivo por el cuál, decidí que lo iba a ayudar con este problema.
Además, dijo que el invitaba. Y encima era viernes. ¿Saben hace cuanto que
alguien no me invitaba a salir un viernes a la noche? Mucho. No existían ni
los ubbers, imagínense.
Entonces, entusiasmado, me dirijo hacia el cuarto
de mi madre para preguntarle donde había puesto mis camisas de salir.
-Bueno mujer, hasta que te dignaste a volver, ¿se
puede saber en donde estabas?
-¿Cómo donde, hijo? Sí te dije que hoy era el
velorio de tu tía Carmela. Y después el entierro. Estuvimos todos menos vos,
¿Qué pasó?
-¿Cómo? -fue lo único que atiné a decir.
-Tu tía. Carmela. Murió.
-¿Pero de que tía Carmela me estás hablando mamá?
Hoy también me llegaron un montón de mensajes de un loco diciendo que vaya a
ver a no sé que tía Carmela, vos que me decís que se murió otra tal Carmela, y
yo lo que me pregunto es ¿Quién carajo es la tía Carmela?
-¿Cómo quien es, hijo? Tú tía Carmela. La que
vivía en Lanus. Ibas prácticamente todos los fines de semana a jugar con tus
primos.
-¿Carmela? -repito preso del asombro- ¿pero como?
¿Esa no era la tía Carmen?
-No hijito, Carmela se llama. Bueno, se llamaba.
Pobre, que en paz descanse.
-Pero entonces el tipo de los mensajes…
-Ah, seguramente era tu primo Enrique. Pobrecito,
tendrías que haberlo visto en el entierro, estaba destrozado.
Fue en ese preciso instante que la verdad se
reveló ante mí como una persona a quien le sacan la venda de los ojos.
Todo. Los mensajes, la tía Carmela, incluso las
palabras de mi progenitora, todo, absolutamente todo fue parte de una broma cruel organizada en conjunto con todos los miembros de mi familia para hacerme pasar por loco.
Seguramente, orquestada por el máldito de mi primo Enrique. Cuyo motor en la vida es la de ir sembrando el mal a donde quiera que vaya.
Mirá lo lejos que fue capaz de llegar el sorete
que incluso le cambió el nombre a la tía Carmen en un afán de confundirme.
Sin entrar en pánico, respiro profundamente y digo:
-Y decime, mamá, ¿se cagaron mucho de risa de mí?
En el velorio, digo.
-¿Qué? ¿Cómo? No, mirá hijito ahora no empieces
con estas cosas porque estoy que me caigo de cansancio.
-No, vos quédate tranquila que yo después me voy
a encargar de saldar cuentas con Enrique. De momento andaría necesitando mis
camisas de salir, ¿sabés dónde están?
Mi madre, con una expresión de asombro en el rostro, como si le acabara de preguntar si no vio una cabra pasar volando por la ventana, repite:
-¿Camisas de salir?
-Sí mamá, mis camisas de salir
-Pero si vos no salís nunca.
-Claro, eso es lo que te gustaría a vos y a mi
primo ¿no?. Pero se van a quedar con las ganas, ¿sabés? Yo hoy voy a salir a
divertirme. Mal que les pese.
-Bueno hijito, pero cuidate, por favor y mándame
mensaje. Ah, y no te olvides de llevar una campera que a la noche refresca.
-Sí, sí, vení a hacerte la madre buena ahora.
Y fue así como tras escuchar las hirientes
palabras de mi progenitora, tomé las llaves y me dirigí al encuentro con mi
amigo Gilberto.
Claro, yo en ese entonces no tenía idea de los bizarros
sucesos que iban a tomar lugar esa noche. Y les puedo asegurar que de haberlo sabido, jamás hubiese salido de mi casa.
CONTINUARÁ