jueves, 22 de septiembre de 2022

El otro día salvé la relación de un amigo - FINAL

Gilberto continuaba llamando de manera desesperada al cadáver de su novia.

Que de a poco comenzaba enfriarse bajo aquel oscuro cielo, y una luna, blanca como la nieve misma. La cuál parecía estar observando la escena con tristeza.

Pero era evidente que no nos podíamos quedar ahí. Algo teníamos que hacer. Yo me arrimo hacia donde se encontraba mi amigo, aún abrazado al cuerpo de esta muchacha, y poniéndole delicadamente una mano sobre el hombro le digo:

 

-Gilberto, ya está. Se fue. No podemos hacer nada.

 

-Pero, ¿Cómo fue que pasó esto W? -me pregunta mi amigo. ¿Acaso era idiota?

 

-Bueno, mirá, no seré un experto forense pero juzgar por la posición del cuerpo, así todo despatarrado, yo diría que se resbaló con esa cascara de banana y acto seguido se desnucó.

 

-No me refiero a eso. -explica Gilberto entre llantos- ¿A lo que voy es porque tuvo que pasar esto?

 

-Eso no lo sé. Lo que se Gilberto, es que ahora tenemos que pensar que vamos a hacer.

 

-¿Cómo que vamos hacer? Hay llamar a la policía. Esto…esto fue accidente…un accidente horrible…-otra vez los llantos- ¡Ay, MÍ LUCRE! ¿POR QUÉ? ¿POR QUEEEÉ?

Sí. Lo mismo me preguntaba yo.

O sea, todo bien con que llore sobre mi hombro. Pero hubiese preferido que no me ensuciara la camisa con sus lágrimas y mocos. ¿Acaso este hombre no sabía lo cara que estaba la lavandería?

 

De todas maneras, en una cosa estaba en lo cierto. Algo había que hacer.

-Entiendo lo que decís pero bueno, hay que ver si la policía piensa lo mismo. ¿Vos me entendes, ¿no?

 

-No, no entiendo para nada. ¿Qué es lo que querés decir?

 

-Y que Lucrecia se muere al resbalarse con una cascara de banana. Una cascara de banana que era tuya, ¿me explico? Esa banana en el caso de que haya un juicio va a ser considerada el arma homicida.

 

-Pero lo que estás diciendo no tiene ningún sentido. A parte, el que arrojó la cascara al suelo fuiste vos.

 

-Si. Sí, a ver. Vuelvo a lo mismo. Yo no estoy negando los hechos y es más, puede que hasta tenga algo de culpa en todo este lio.

 

-¿Algo de culpa? Pero si todo esto lo causaste vos. ¡Yo ni siquiera quería venir! Quería esperar a que las cosas se calmaran para hablar más tranquilos…y después empezaste con que tenías hambre y te tuve que dar esa banana…y ahora…y ahora Lucrecia está…¡AY MI LUCRECISITA NO! ¡¿POR QUÉ?!

 

¿Hasta cuando iba a seguir llorando este pelotudo? ¿No ve que había trabajo por hacer?

 

-Me parece Gilberto que te la estás agarrando con la persona equivocada. La única persona que puede ayudarte a salir de este problema en el que estás metido. Metido hasta el cuello, de hecho.

 

-¡Pero si yo no hice nada!

 

-Bueno Gilberto, eso se lo vas a tener que explicar a la policía. Porque te recuerdo que la banana la compraste vos, si analizan el ticket de compra van saber en dónde y quien la compró. El verdulero claramente no va querer quedar pegado y seguramente va a declarar en tu contra. ¿Nunca jugaste Ace Attorney?

 

-No…¡NO! -grita mi amigo desesperado. Y sí. Era entendible. ¿Cómo puede ser que no conociera los Ace Attorney?

 

-Bueno mirá Gilberto, no te preocupes. Justo tengo el primero descargado en el celular. Dame un toque que lo pongo y te mues-

 

-¡No, no me refiero a eso! ¿Podés pararla con ese jueguito? ¿Cómo que declarar en mi contra? Pero si yo…pero si…¡Yo no hice nada!

 

-Eso se lo vas a tener que explicar al fiscal. Porque una vez que tenga el análisis de la banana, va a determinar que la misma fue comprada de forma premeditada con el fin de tirarla en el medio de la calle, aprovechando la oscuridad, para que esta piba se resbale y se rompa el marulo. Esto lo van a calificar como crimen pasional. De acá a la China te digo. Es más, ¡Ahora que lo pienso yo capaz hasta termino metido como cómplice! ¡Mirá el quilombo que armaste Gilberto! Todo por no esperar unos días para hablar con esta infeliz cuando estuviesen más tranquilos.

 

-Pero si vos me insististe para venir.

 

-Si bueno, pero tampoco es que te puse un revolver en la cabeza. A ver Gilberto, al final voy a tener que pensar que es como dice tu mamá, que te dejás manipular por cualquiera.

 

Gilberto ya no pensaba con claridad. La ansiedad, los nervios, y sobre todo el miedo, se habían apoderado de él. Y no lo culpo. Si lo atrapaban, de seguro iba a ser declarado culpable de homicidio culposo, agravado por el vínculo y encima por arrojar basura en la vía pública. Porque si bien él no había tirado la cascara de banana, el ticket estaba a su nombre.

Entre todos estos delitos, yo creo que iba a tener suerte si le daban menos de 30 años de cárcel.

Decí que por suerte me tenía a mí: El sinónimo de la solución y la esperanza.

 

-No sé W, ¿Vos que decís que hagamos entonces? Yo ya no puedo ni pensar, te juego.

 

Lo dice como si alguna vez lo hubiese hecho.

 

-Bueno, no voy a mentir, la situación es…más que desfavorable. Sin embargo, se me acaba de ocurrir un plan. Que si lo ejecutamos de forma correcta, puede que salgas de esta. Pero te advierto que es un plan preciso que no contempla ni el más mínimo error.

 

-¿Y que tenemos que hacer?

 

-Tenemos que desaparecer el cadáver.

 

 

En un principio debo admitir que me costó mucho trabajo hacer que Gilberto cooperara. La idea de descartar el cuerpo de su amada no le había gustado ni medio.

 

“Sos un monstruo” me había dicho. Pero las vejaciones verbales hacia mi persona no me importaban en lo absoluto. Que diga lo que quiera. Además, es lo que la propia Lucrecia hubiese querido. Dudo mucho que le hubiese gustado ver a su novio pagar por un crimen que no cometió.

Lucrecia ahora se había convertido en nuestra estrella guardiana. Es más, de seguro en estos momentos se encontraba alentándonos desde el cielo. Mirándonos con una sonrisa y haciendo pulgar arriba, al tiempo que yo hacía fuerza para meter su cuerpo dentro del baúl del auto.

 

La verdad me hubiese gustado ser más prolijo, pero entre el espacio reducido que tenía el baúl del auto roñoso de Gilberto y las…eh, dimensiones de esta chica, estaba complicado meter el cuerpo. Por lo que miro a mí amigo y le digo:

 

-¿Che no tendrás una cierra? Porque de última le cortamos una napier para que entre mas fácil.

 

En lugar de responderme, el flojo de mi amigo se va hasta un árbol y se pone a vomitar. Como si nos sobrara el tiempo. ¿No se daba cuenta que estaba haciendo todo esto por él? Que desconsiderado.

Al final, con un poco de maña, me las arreglé para meter el cuerpo en el baúl. Muy a la fuerza igual. Como cuando haces las comprar de Noche Buena y te falta meter el lechón que compraste a último momento en el mercado central. Entonces no te queda otra que apretujarlo entre las demás bolsas.

Bueno una cosa así.

 

Después de eso, nos subimos al auto y le digo a mí amigo que empezara a conducir en dirección a la ruta. A ver si encontrábamos algún descampado, o un barranco si teníamos algo de suerte, para dejar el cuerpo por ahí y bueno, terminar con esto.

A mí particularmente me gustaría volver a mí casa no tan tarde, porque aprovechando que era sábado, al día siguiente quería ir a la Feria del Libro.

 

Entonces bueno, seguíamos en el auto. Gilberto manejaba.

Le pregunté si no podíamos parar en una heladería para relajar un poco. Pero me dijo que no. La verdad, su actitud de mierda comenzaba a molestarme. Yo le estaba poniendo toda la buena onda y el tipo seguía enculado. Uno diría, “¡La pucha, ni que se hubiera muerto él para tener esa cara!”

 

Adentrándonos en la ruta, le digo a Gilberto que trate de conducir un poco más rápido. Un auto a estas horas, atravesando la oscura e inhóspita carretera no iba a hacer otra más que llamar la atención.

 

-Che, Gilberto, ¿que le querés sacar foto al paisaje que vas tan lento?

-Dejáme querés, voy a la velocidad que puedo.

-Y cambiá esa cara. A ver, no habrá sido el final ideal, pero mal que mal pude resolver tu problema.

- ¿Pero como me decís una cosa así? ¿Resolver qué, a ver? Solo espero que donde sea que esté Lucrecia me pueda perdonar.

-Está atrás Lucrecia, Gilberto. Apretujada como si fuese una pieza de Tetris, pero está.

 

*sollozos*

 

-No, bueno che, ¡Pará! no te me pongas así. A lo que voy es: vos con esta chica tenías una relación conflictiva. Con Lucrecia, digo, que en paz descanse. Si no era por una cosa o por otra siempre estaban a las patadas. Y bueno, ya ese problema desapareció. Por eso digo que el problema de pareja ya no lo vas a tener más porque…¡Bueno, no tenés más pareja! ¿Me estás escuchando, Gilberto? Dejá de llorar y mira para adelante que vamos a chocar. Mirá, ¿sabés lo que vamos a hacer? Mañana te descargo Tinder. Te conseguís una buena pendeja y vas a ver que en menos de una semana no te vas a acordar ni de cómo se llamaba el fiambre este que está acá atrás. Que en paz de canse -digo al tiempo que hago la señal de la cruz. El respero por los muertos ante todo.

 

-¿Me hacés un favor? ¿Te podés callar de una vez? ¡No te soporto más!

 

-Bueno, Gilberto, no te la agarres conmigo. Yo lo único que quiero es que seas feliz.

 

En ese momento Gilberto pisa fuertemente el acelerador.

 

Para bien o para mal, se ve que mis palabras lo habían motivado y pronto comenzamos a tomar velocidad.

 

-Todo esto es mi culpa. ¿Quién me manda a mí a pedirte consejos a vos? Mamá tiene razón, soy un boludo que se deja manipular por cualquiera. ¡Mirá donde estoy ahora!

 

-Sos un desagradecido Gilberto. ¿Sabés que? La próxima vez que tengas un problema amoroso, mas vale pedile ayuda a otro.

 

De pronto y de la nada misma, comienza a escucharse el inconfundible sonido de una sirena.

 

-¿Do-do-W y ese ruido? ¿Q-qué es ese ruido?

 

-Me parece que es la policía. Esto claramente es un problema ¡Ahora nos van a multar por exceso de velocidad!

 

-¿Pero vos me estás cargando? ¿No te parece que tenemos un problema un poquito más grave?

 

-¿Eh? Ah, ¿por Lucrecia decís? No pasa nada. Vos déjame a mí que esto lo arreglo en dos patadas.

 

El patrullero de pronto casi que se nos pega al lado y el oficial que conducía comienza a hacer señas para detener el vehículo. Seguramente, un auto en la carretera a esta hora le habrá llamado la atención. Por lo que lo más probable era que quisiera revisar nuestra documentación junto con los papeles del auto. Todo estaba bajo control.

 

-No, W. ¿Y ahora que hacemos? Yo me quiero morir. ¡No sé que pasó pero de un momento al otro toda mi vida se fue al carajo! ¡Y lo de Lucre! ¡Ay todavía no lo puedo creer! ¿Por qué Dios? ¿Por qué?

 

-Gilberto, tranquilízate, querés. Así lo único que vas a conseguir es exponernos a los dos. Vos dejá, que yo hablo.

 

-¿Estás seguro?

 

-Vos confía. El otro día justo estuve haciendo un curso por Youtube sobre persuasión y manipulación social. Que sirve para salir libre de cualquier tipo de situación, por más comprometedora que sea. Es un trabajo fino, que requiere de mucha astucia. Vos prestá atención.

 

Si les tengo que ser franco, ese era el Plan B. El plan original, que por cierto a mí particularmente me parecía mucho más efectivo, consistía en desvestirme y salir corriendo en pelotas del auto en dirección al policía. Al tiempo que agitaba los brazos como pidiendo ayuda, al grito de:

 

“¡Auxilio oficial, mi amigo me trajo acá engañado y ahora me quiere violar!”

 

Pero qué se yo, me pareció que no iba a hacer a tiempo de sacarme los pantalones, así qué terminé optando por el plan B. Que, dentro de todo, tampoco estaba taaaan mal.

 

-Buenas noches -nos dice el policía. Cuyos aires de desconfianza ya se dejaban ver desde el vamos, cuando apuntó con su linterna hacia el interior del auto. Como si esperara encontrar algo fuera de lo común.

 

Je. Idiota.

 

Yo le contesto el saludo en un tono formal. Aunque bueno, tampoco tan formal porque eso podía llegar a ser contraproducente.

Y acá nosotros con mi amigo no teníamos nada que esconder. Nada fuera de lo ordinario. Teníamos un cadáver en el baúl del auto, producto de… ¡Bueno! Un desafortunado accidente. Y lo que estábamos haciendo era simplemente buscando algún adecuado para darle cristiana sepultura. Es más, miren lo buenos que seríamos que no le avisamos a la policía justamente para evitarles todo papelerío que conllevaría tener que lidiar con un cuerpo. Más siendo viernes a la noche. Que es un día para descansar.

 

El policía nos pregunta en un tono frío, casi demandante, hacia donde nos dirigíamos. A lo que yo, muy serenamente le respondo que a visitar a un amigo.

El oficial hace una mueca de incredulidad y mirando su reloj nos dice:

 

-Pero… ¿a esta hora? Son más de la cuatro de la mañana.

 

-Si, bueno, es que queríamos salir temprano así pasábamos por la panadería y comprábamos unos churros.

 

-¿Churros? ¿Qué tipo de churros?

 

-Esos que vienen bañados en chocolate. Que por lo general son los primeros que se terminan. Por eso más vale salir con tiempo.

 

-Ah, puede ser. Porque ahora que me dice los domingos que por lo general estoy libre y quiero ir a la panadería para comprar churros, nunca encuentro.

 

-Claro, por eso. Es todo un tema.

 

Mientras yo intentaba mantener una conversación casual con el oficial de policía para mantenerlo distraído, Gilberto no hacía otra cosa que estar con la cabeza hacia abajo. Es más, estoy seguro que de haber podido hubiese cavado un poso para esconderse y no volver a salir. El muy cagón.

 

-Bueno, entonces a partir de ahora lo voy a tener en cuenta -nos dice el oficial con entusiasmo. Los churros bañados en chocolate le deben de gustar mucho. ¿Y a quien no?

 

-Y hace bien oficial. Hace bien -replico en un tono cómplice. Esto estaba saliendo mejor de lo que esperaba.

 

El oficial suelta una carcajada en señal de aprobación, aunque muy a mi pesar, no tarda en retomar la seriedad.

-Ahora -comienza diciendo- por más churros de chocolate que sean, que son riquísimos no lo voy a negar, ¿No les parece que estaban yendo demasiado rápido?

 

-Ah, eso oficial. Sí, déjeme que le explique. Lo que pasa que mi amigo, que acá usted ahora lo ve callado, hace un rato medio que tuvo una discusión con la novia.

 

-Ah, mire usted. ¿Y qué tipo de discusión? Si se puede saber.

 

-Bueno, nada fuera de lo común…a ver oficial, ¿Usted tiene pareja?

 

-Felizmente casado hace ya ocho años -contesta el oficial con orgullo. Yo mientras tanto, al día de hoy sigo preguntándome que le ven de divertido a casarse. Todos los días levantarse y ver a la misma persona acostada al lado tuyo. Todo para que después, al llegar a tu casa los dos se sienten a charlar sobre que hizo cada durante el día. Sí, yo me partí el culo trabajando y ella lavó los platos para luego tirarse en el sillón y pasar el resto de la tarde viendo programas de chimentos. ¡Guau! ¡Que emocionante que es la vida de casados!

Pero bueno, volviendo a lo importante, en estos momentos no podía hacer otra cosa mas que seguirle el juego al oficial.

 

-¿Ocho años? ¡Un montón! -le digo con un (no tan) fingido asombro. Digo, hay que estar ocho años aguantando a una misma persona todos los días. Yo creo que preferiría estar muerto.

Al pensar en eso, no pude evitar sentir un poco de sana envidia por Lucrecia.

 

-Y si, sí. -dice el oficial en un tono que detonaba orgullo y algo de vergüenza. Si bien estaba oscuro, juraría que se había sonrojado. - Bueno, es que es una relación construida con esfuerzo a base de mutuo apoyo e ir superando las adversidades juntos.

 

-Claro, claro. Si, entiendo. Que lindo. Pero bueno, entonces con más razón entiende a lo que voy ¿no? En ocho años de relación seguramente habrá habido una o dos discusiones fuertes.

 

-Ah, si, por supuesto, por supuesto. Las peleas son algo normal en cualquier pareja.

 

-Y con más razón, oficial. No me va a decir que en todo este tiempo nunca le metió uno o dos tortazos a su mujer cuando le rompió mucho las pelotas.

 

-Y…para que te voy a mentir. Es que a veces la Gladys se me pone medio intensa y bueno, uno actúa como hombre.

 

-Es que a eso voy oficial. A eso voy.

-Pero, ¿usted que me quiere decir con todo esto? ¿Acaso su amigo le pegó a la novia? Mire que eso es un delito.

 

-¡No, oficial! ¡Pero por favor, nada que ver! Habrá sido una discusión donde apenas se levantó un poco el nivel de voz.

 

-Ah, menos mal, ¿pero la novia de su amigo está bien entonces?

 

-Sí, sí, obvio, ¿o no Gilberto? Decile al oficial.

 

-S-sí. E-e-está bien.

 

-¿Vio oficial? No hay nada de qué preocuparse. Le aseguro que en estos momentos la novia de mi amigo se encuentra descansando en paz en su casa. Viva, por supuesto.

 

-Ah bueno, entonces no les saco más tiempo. Vayan tranquilos nomás, no vaya a ser cosa que se queden sin churros por mi culpa.

 

Después de estar charlando un rato con el oficial (la verdad que gracias a mí, una ceda la conversación) con Gilberto seguimos nuestro camino. Hasta yo mismo quedé impresionado por mis habilidades de negociación. Tal vez suene algo soberbio, pero a veces me preguntaba cómo es posible que una persona pudiese ser tan perfecta y bondadosa.

Era un don que tenía. Un extraño poder que debió haberme sido otorgado al momento de nacer. Cuando Dios puso sobre mis hombros la ardua tarea de guiar a la humanidad hacia el camino de la salvación. Sí, seguramente debía ser eso.

Conducimos un rato más hasta que finalmente llegamos a un lugar al que yo consideré como apropiado para hacer nuestra…gestión de descarga. Una especie de barranco que había al costado de la ruta y que daba a una especie de riachuelo.

Paramos el coche, giro en dirección a mí amigo y mirándolo a los ojos le digo:

 

-Es acá.

 

-¿Acá? ¿Pero no dijiste que la íbamos a enterrar?

 

-Bueno en principio había pensado eso, sí. Pero primero que no tenemos los elementos apropiados. Vos ni una pala llevás en ese baúl. Y segundo que dentro de poco ya va a salir el sol. A parte quiero volver a casa a ver si duermo algo porque estoy muerto, te digo.

 

Rayos. No debí haber utilizado esa palabra.

 

-¡Ay, Lucrecia! ¿Cómo pudo pasar algo así? ¡Dios, todavía no me lo explico!

 

-Bueno Gilberto, no es para tanto. A ver, vamos bajando que hay que sacarla todavía.

 

-No, pero es que ni siquiera la voy a poder enterrar, ¿Entendés? Ella no se merecía esto. Ella…ella era un ser de luz. Mí ser de luz. Mí ángel.

 

Mas que ángel yo diría una gárgola, pero bueno, lo que sea con tal de terminar con esto.

 

-No, sí, me imagino.

 

La verdad que este pelotudo ya me estaba sacando de quicio. Además, como me rompe soberanamente los huevos cuando la gente me sale con esa cursilería barata de “los seres de luz”. No entiendo que es lo quieren decir. Porque yo cada vez que escucho eso me imagino a una persona con una lampara de 90 watts metida en el culo.

 

La cosa es que abrimos el baúl y ahí estaba Lucrecia. Aún con aquella mirada estremecedora, casi horrorizada. Como si sus ojos se hubiesen apagado en el momento justo que su pie se posó sobre la cascara de banana y lo último que llegó a pensar fue “uy, soy boleta”. Con los rasgos de la cara torcidos y la lengua hacia afuera. Pero bueno, sacando todo eso se la veía en paz. Casi como si estuviese sumida en un profundo sueño. O en una pesadilla con Freddy Krueger.

 

Le digo a Gilberto que la agarre de la cabeza mientras yo la tomaba de las patas. Y así la llevamos hasta el borde de la ruta. 

 

-Bueno, a la cuenta de tres -le digo a mí amigo. Sin embargo, Gilberto no me escuchaba. Aparentemente otra vez había entrado en uno de sus trances hasta que finalmente se pone a llorar. De nuevo. En serio, ya me tenía cansado este pelotudo.

 

-No puedo, W. Perdonáme pero no puedo. Tirarla acá. No, no creo que sea la manera.

 

-Gilberto, a ver si confías un poco más en mí. A parte, ¿de verdad pensabas enterrarla? Si hasta donde sé Lucrecia estaba en contra de la tala de árboles. ¿No había participado incluso en varias manifestaciones a favor del medioambiente y proteger los derechos de los árboles? Yo creo que tenes que dejar de pensar tanto en vos y pensar un poco más en ella. En tu novia. En tu chica. ¿Vos pensás que la hubiese hecho feliz estar dentro de un cajón de pino? ¿Y sacrificar un arbolito?

Creéme. Ella va a estar mejor sabiendo que la dejamos acá, tirada en este riachuelo. Que a fin de cuenta era su lugar. Entre toda esta basura…eh, digo, entre toda esta naturaleza. Si bueno, con alguna que otra botella de plástico y algún desecho tóxico, más todas las bacterias que indudablemente se fueron acumulando a raíz de la roña que hace la gente. Pero entre la naturaleza al fin y al cabo.

 

-Sí, amigo, tenés razón. Perdonáme. Otra vez perdí los estribos.

 

Así fue como después de llevar a cabo la tarea casi titánica de convencer a Gilberto, entre los dos agarramos el cuerpo de Lucrecia, y justo cuando estábamos por tirarla hacia el otro lado del barranco, un rayo de luz nos da directo en la cara. Un poco mas y me deja ciego, por lo que rápidamente solté a Lucrecio y me llevé las manos al rostro para protegerme.

 

En ese momento se escucha de la voz de un hombre, que resonó con autoridad en el medio de la noche.

 

-¡Alto, policía!

 

Efectivamente se trataba del policía con el que nos habíamos cruzado hace unos momentos y entonces ahí (con un dolor inmenso en el alma) supe que la misión había fallado.

 

-Lo que hicieron es imperdonable y les aseguro que van a pagar. ¡Mirá que usar algo tan noble y puro como los churros para engañarme! Pero les digo una cosa, ¡A mí el churrazo no me lo meten más! Porque este ya sería el quinto cadáver que pasan por mis narices, ¡Y yo sin darme cuenta! En la estación soy el hazme reír de todos. Es más, en un momento empecé a pensar en que tal vez lo mejor sería que me dedicara a otra cosa. Pero basta. Se terminó.

¡No si algo raro yo noté cuando le vi la cara de infeliz a ese! Lo primero que se me vino a la mente fue: “este mató a alguien y lo está carcomiendo la culpa”. Así que ahora se vienen los dos a la comisaría conmigo.

 

Una vez dentro del patrullero, esposado, humillado y con la amarga sensación de que había tocado fondo, que mi vida se vino en picada, después de atravesar capas y capas de desgracia, pesé que ya no podía sentirme peor de lo que estaba. Sin embargo, fue en aquel momento donde la vida decide cagarse de risa de mí una vez más. Porque ahora no solo me tenía que fumar al policía, alardeando sobre como lo iban a ascender gracias a nuestro arresto, sino también a Gilberto. Que se vuelve a quebrar y nuevamente le da una de sus crisis.

 

-¡Ay, W! ¿Por qué tuvo que pasar esto? -me pregunta. Como si de repente se hubiese olvidado que nos atraparon por su culpa-. ¿Y que va a pasar con nosotros ahora? Yo me quiero morir. Sí, sí, me quiero morir. Así por lo menos voy a estar con Lucre.

 

-Estás exagerando Gilberto. Que, ¿me vas a decir que nunca te llevaron arrestado en patrullero?

 

-No, chabón, ¿de que estás hablando?

 

-Ah, después te acostumbrás. Creeme. Para mi el patrullero ya es como viajar en Ubber. De todas las veces que me arrestaron, digo. Obviamente siempre por razones equivocadas, ¿no? Lo que pasa es que bueno, es tengo mala suerte. Como ahora.

 

-¡No, claro! ¡Si vos sos siempre la víctima! ¿No? La culpa es siempre de la otra persona. ¡Hacete cargo por lo menos una vez de las cagadas que te mandás!

 

-Y si Gilberto. Si el plan venía como una ceda hasta que vos empezaste a hacerte el depresivo, poniendo esa cara de perrito mojado, que te digo, te faltaba ponerte una remera que dijera: “Maté a mi novia y ahora la tengo escondida en el baúl.” A ver, no te digo que estés saltando en una pata…pero dale, hermano, le hubieses metido un poco más de onda.

 

-¿Sabés qué? No te quiero escuchar más. Ojalá me den cadena perpetua. ¡No! Eso no. ¡Que me den la pena de muerte mejor!

 

-Yo tampoco quiero hablar con vos. Es más, la próxima vez que necesites esconder un cadáver, ¡no cuentes conmigo!

 

-Estás enfermo.

 

-Si jugársela hasta el final por los amigos es una enfermedad, entonces sí. Estoy enfermo y no tengo cura.

 

-¡Che, che! ¡Mucho ruido ahí atrás, eh! -nos grita de pronto el policía-. Hagan silencio, así de paso les cuento la historia de como me alisté en la fuerza. Total, son como dos horas hasta la comisaría así que tenemos tiempos.

 

-¿Dos horas? -preguntó atónito. Si tenía que bancar al boludo de mi amigo llorando al lado mío la verdad prefería que el oficial saque su arma y me pegue un tiro.

 

-Sí, dos horas. Pero vamos, tampoco se me pongan así. Tan malo no soy, ¿saben? Antes de llegar a la estación vamos a pasar por la panadería. Que tanto hablar de churros de chocolate me dio hambre.

 

Bueno, podría ser peor -pensé, al tiempo que me relajaba y me acomodaba en el asiento trasero del patrullero. Con los sollozos de Gilberto de fondo. Mientras tanto el policía comenzó con su relato. Confieso que apenas si estaba escuchando lo que decía. La promesa de los churros se había llevado toda mi atención. Así que solo me limite a cerrar los ojos y sonreír. Al tiempo que imaginaba como el chocolate del crujiente churro se deshacía en mi boca. Combinando su sabor con el delicioso dulce de leche, bien calentito.

 

-Todo comenzó una tarde de primavera…allá por el año 1982. Yo recién había empezado a salir con esta chica. Sonia se llamaba. Ustedes no se dan una idea lo linda que era. Tenía unos ojos verdes, como las hojas del verano, un cabello rubio que le caía por los hombros como dos cascadas de oro derretido. ¡Y a parte de eso el culo! Ustedes no se dan una idea el culo que tenía esta hembra: Redondo y duro como una manzana.

Entonces, una tarde estábamos los dos sentados mirando el atardecer en el césped, rodeado de margaritas, cuando se me ocurrió agarrar la mano y metérsela en…

 

Sin que nos diéramos cuenta, los primeros rayos de sol comenzaban a salir. Rayos que tímidamente se dejaban ver en el despejado cielo azul. Y que, para mí, que miraba desde la ventana, me llenaron de paz y esperanza. Y lo más importe: transmitían un claro mensaje.

Que sin importar lo horrible que parezca una situación, siempre habrá un churro -bañado en chocolate- esperando al final del camino para todos aquellos que estén dispuestos a creer.

 

 

El otro día salvé la relación de un amigo – FIN

 

 

Epílogo:

 

Gilberto fue caratulado como el autor material en el asesinado de su novia y declarado culpable. Recibiendo una condena de cincuenta años de prisión.

A pesar de que W intentó ir a verlo varias veces al penal de máxima seguridad, ubicado en una isla inhóspita y remota, Gilberto siempre se negó a ver. Según W, debido a la vergüenza que sentía por ser un criminal y no ser digno de mostrarse ante la presencia de un ser tan bueno como W. O eso dice él.

 

El policía que llevó a cabo el arresto de Gilberto y W fue despedido ese mismo día porque cuando le preguntaron por qué no rescató el cuerpo dijo que se olvidó. Que los churros sencillamente se habían acaparado toda su atención.

Vale aclarar que cuando los dos sospechosos alzaron las manos tras la orden del oficial, el cadáver cayó por un barranco y acabó en poder de unas de ardillas.

Tras dos días de lucha y negociaciones, la policía finalmente fue capaz de recuperar el cuerpo. Pero de que la policía no se la llevó de arriba, se puede dar fe. Ya que las ardillas dieron pelea y hasta dos oficiales resultaron heridos.

 

El lugar donde vivía Lucrecia pasó a convertirse en un santuario turístico y la gente al día de hoy puede ir y tomarse fotografías en la puerta. E incluso muchos llevan sus propias bananas para recrear la escena y subir videos a Instagram y Tik-Tok.

En cuanto a W -que según sus propias palabras- todavía se declara como la víctima indiscutida en este incidente y quien se llevó la peor parte, tuvo que pagar una multa de seis cientos cincuenta pesos por arrojar basura en la vía pública. Por lo que no pudo asistir a la Feria del libro porque se quedó sin plata para la entrada. Sin bien intentó "pedirle prestado unos pesos" a Gilberto, testigos que estuvieronn presentes en la comisaría asguran que como respuesta recibió una serie de reputeadas, entre otras maldiciones como "¡Te vas a pudrir en el peor de los infiernos basura!". Todo esto al tiempo dos guardias se lo llevaban a rastras a la celda.

 

Según declaraciones del propio W, cuando le preguntaron por los churros, dijo que estuvieron "zafaban" pero se quejó de que no estuviesen rellenos de dulce de leche.

 



domingo, 18 de septiembre de 2022

El otro día salvé la relación de mi amigo - Parte 3

 

La noche envolvía Buenos Aires.

 

Y a nosotros. Que viajábamos por una carretera prácticamente desierta. Apenas iluminada por las luces delanteras del auto destartalado de Gilberto.

Y tenía sentido. A esa hora la gente común, la gente normal, la gente que no carga con las mismas responsabilidades que yo llevo sobre los hombros, seguramente se encontraba en la calidez de sus hogares. Ya sea durmiendo, teniendo relaciones con sus amantes. O en su defecto matándose a pajas. Para así poder apagar las llamas de la soledad hasta finalmente conciliar el sueño.

 

Pero, claro, yo no podía darme ese lujo. Tenía que salvar a mi amigo.

 

-Che W, ¿de verdad te parece buena idea lo que estamos haciendo?

Dijo de pronto la insegura voz del idiota de Gilberto. Sí, yo lo podía querer mucho, pero tipo era idiota. Le faltaba iniciativa y poder de decisión. Para que se den una idea Gilberto es de esas personas que va al supermercado y no es capaz ni de comprar un detergente sin antes preguntarle a todos los empleados del local si la marca que eligió era buena.

 

-Te digo que sí Gilberto. Tenes que aprender a ser firme con las decisiones que tomás. Porque si no toda la vida vas a ser influenciado por la gente. Vos haceme caso y seguí manejando.

 

-Si, tenés razón. Disculpame.

 

-No, todo bien. Che, sabés que me empezó a doler el estómago. Me debe haber caído mal algo de lo que comí.

 

-Y, sí, puede, ser, comiste…comiste bastante. ¿Querés que paremos?

 

-No, no, es apenas una molestia. Pero bueno, cuando vuelva voy a ir a ver a un médico para que me revise y me diga bien que tengo.

 

-Y capaz que te va a convenir hacer eso.

 

-Che, Gilberto, ¿no tendrás algo para bajonear?

 

-¿Pero no decís que te duele el estómago?

 

-Si, bueno, pero me agarró hambre.

 

-Pero te acabás de comer un pollo vos solo.

 

-Si bueno, pero a ver ¿cómo es la cosa, Gilberto? ¿Ahora vos me vas a decir cuánto es lo que puedo comer?

 

-No, boludo, yo te lo digo por vos. Creo que en la guantera tengo algo de fruta. Mirá que ya estamos llegando, igual.

 

Al final mi amigo estaba haciendo un escándalo por nada, ya que lo único que tenía en la guantera del auto era una banana. No soy mucho de comer banana, pero la verdad que me había agarrado un hambre voraz, así que le entré igual.

Como había señalado Gilberto, unos momentos después llegamos a la puerta de la casa de Lucrecia. Nos estacionamos enfrente y bajamos. Yo todavía tenía la banana en la mano.

Por lo general, después de comer fruta inmediatamente de daban ganas de comer algo duce. Así que miré hacia los costados a ver si encontraba un kiosko abierto, para ver si compraba un chocolate, pero estaba todo cerrado. Mal que me pese.

 

-¿Y? ¿No vas a tocarle timbre? -le pregunto a Gilberto.

 

-Y…es que me da miedo. Mirá si se enoja.

 

-Pero, Gilberto, a ver, ¿Cómo es la cosa? ¿Quién tiene los pantalones puestos acá? ¿Vos o ella?

 

-Si, pero…

 

-A parte ¿Que es eso de tenerle miedo? ¿Desde cuándo nosotros le tenemos que tener miedo a ellas? Ellas son las que no tienen que tener miedo a nosotros. Siempre fue así y lo va a seguir siendo siempre. Te lo digo ahora, y grabátelo en la cabeza: el miedo es la base del éxito para cualquier tipo de relación. Después si querés puede venir el amor, el compañerismo y toda esa gansada. Pero si no tenés al miedo de tu lado, no tenés nada. En una relación uno rosa la cúspide de la perfección cuando levantas la mano para rascarte la cabeza y ella por las dudas se ataja pensando que le vas a meter un sopapo. ¿Me explico?

 

-No, si, yo entiendo a donde querés llegar y te agradezco todo lo que estás haciendo por mí, pero viste, me parece que no es la fo-

 

-¡Gah! ¿Sabés que Gilberto? Dejáme a mí, a ver, ¡correte!

 

La verdad que mi amigo me estaba exasperando. Yo me rompía el alma para salvar su patética relación amorosa y el tipo no era capaz de poner un chiquito de voluntad. Estaba seguro que si era por él, se quedaba viviendo de por vida debajo de la falda de la novia. Pero yo no lo iba a permitir. Revoleé la cascara de banana a la mierda y toqué el timbre.

 

RIIIINGG

 

“¡Bajá yegua!”, le grito también. Como para reforzar la gestión de negociación.

 

La novia de mi amigo no tardó mucho en responder. Y la prueba de esto fue cuando escuchamos su irritable voz de mujer desde el balcón.

 

-¿Gilberto? ¿Sos vos el que está gritando? -pregunta.

 

-Sí, sí, amor…soy yo, quería que hablemos un rato.

 

-Pero son las tres y media de la mañana Gilberto. A parte te dije que no quería hablar con vos. No, no, ahora yo voy a bajar, pero me vas a escuchar.

 

Tras oír esto mi amigo abre los ojos como platos y me mira, preso del pánico.

-¡No W! ¿Ves? Te dije que esto era una mala idea. Ahora se enojo y me va a empezar a gritar.

 

-Bueno, si quiere bajar, genial. ¿No es eso a lo que vinimos a fin y al cabo? Y vos tranquilo que el Escudo de la Justicia está de tu lado.

 

-¿Y dónde está ese escudo?

 

-Soy yo pelotudo.

 

Finalmente, Lucrecia hace acto de aparición.

 

Completamente desaliñada. Llevaba puesta una remera musculosa desgastada, que por debajo de las axilas le sobresalía una cantidad de pelo bastante considerable, al punto de que te podías hacer un par de trenzas si querías.

A parte de eso, unas chancletas que seguramente le habrán pertenecido a su bisabuela. Y la cara, bueno, un espanto. Llena de acné, dejada estar, como si no se la hubiese lavado por años. Y vos diras “bueno, es que seguramente estaba durmiendo”, pero que yo que la conozco te puedo asegurar que esta mina anda así las 24 horas de los 365 días del jodido año.

Y encima la panza que le colgaba. Pero no esa panza de decir: “Eh, mirá esa gorda de mierda”. No, era la típica panza de la cerveza. De estar todo el día echada en el sillón viendo Grey´s Anatomy. Que no es capaz siquiera de cuidar un poco su aspecto personal.

Hasta yo mismo muchas veces le he dicho: “Lucrecia, ¿por qué no te cuidas un poco? Más siendo mujer. A ver, no digo que te hagas una cirugía porque para arreglar esa cara tendrías que hacer un reset de fábrica. Pero por lo menos bañate hija de puta.”

 

Y bueno, se ve que se lo tomó a mal y me dijo que con su cuerpo ella hacía lo que quería. Ah, perdón, ella no dice cuerpo. Ahora dice “cuerpa”.

La cosa es que a partir de ese día me hizo la cruz. Muy errónea su actitud, realmente, ya que todo lo que quería era ayudarla a que se vea mejor.

Bueno, mejor dentro de lo que se podía, ¿no?

Y hoy encima estaba peor que nunca. Para que se den una idea, calentaba más el Toxic Avenger en camisón que esta mina.




Entonces, en un impulso que me salió del alma, agarro firmemente a Gilberto de los hombros y le digo: “¿Cómo haces para voltearte esto?”

 

-Bueno che, estoy enamorado. No empieces, dijiste que me ibas a ayudar.

 

-AH, NO ¿PUEDO SABER QUE HACE ESTE SER NEFASTO Y DETESTABLE EN LA PUERTA DE MI CASA?

 

-Dice que está enamorado y viene a recomponer la relación.

 

-Lo decía por vos, infeliz. ¿Me explicás esto Gilberto?

 

Mi amigo, bien de cagón y como era de esperarse, se queda sin palabras. Por lo que no me quedó otra que intervenir. ¿Acaso me iba a tocar hacer todo a mí esta noche?

 

-Mirá Lucrecia, disculpa que me meta, pero yo lo único que te voy a pedir es que si te vas a dirigir a mi persona lo hagas con el debido con respeto. Porque yo a vos te hablo con respeto, a pesar de que seas mujer.

 

Lucrecia decide ignorar mis palabras, ya que era una maleducada por supuesto.

 

-Eh, Gilberto. A ver. Es que…no sé ni por donde empezar. Antes que nada, te aclaro una cosa: Si vos querías arreglar las cosas conmigo ya te digo que empezaste mal apareciéndote en mi casa y encima con este tipo. Que de paso te pregunto ¿me decís que carajo hace con gafas oscuras a las tres de la mañana? Es un enfermo. ¿Así querés que nos arreglemos vos y yo?

 

-No, Lucre, es un amigo, estaba preocupado. Me vió mal y me quiso ayudar, nada más.

 

-¡Ay, Gilberto! Pero, contestame una cosa: ¿a vos te funciona bien la cabeza? ¿Como se te ocurre pensar siquiera que esta…persona…es capaz de hacer algo por alguien de manera desinteresada?

 

-Y…pero es la verdad gorda. Me está ayudando. En serio, es buen tipo W.

 

-¿Ayudando? A ver, mírame a la cara y decime que vos no le diste nada a cambio para que el venga con vos hasta acá.

 

En ese momento mi amigo se queda mudo. Tenía que admitirlo:

esto no se veía nada bien. A este paso mí amigo no solo iba a

terminar separándose, sino que capaz también iba a terminar ligando un par de cachetazos. ¿Quien sabía hasta donde estaba dispuesta a llegar esta loca?

Tenía que hacer algo. Sobre todo porque si Gilberto se separaba, con esa cara de salame recibido lo más probable era que pasaran 100 años antes de que otra mina le volviera a dar bola.

Y yo lo necesitaba en pareja. Quería que fuese feliz. A parte estando en pareja, iba a seguir teniendo estas peleítas de mierda. Lo cuál, significaba que de tanto en tanto me iba a venir a pedir algún consejo. Que a su vez significaba una o varias comidas gratis. Ah, se me hacía agua la boca con solo pensarlo.

Sí. Definitivamente Gilberto tenía que arreglarse con esta chica. Y si para eso debía convertirme en su cupido del destino, que así sea.

 

-Este…perdón que me meta de nuevo. Yo solo te quiero decir Lucrecia que si el problema soy yo, con tal de que mi amigo sea feliz, estoy dispuesto a dar un paso al costado y ponerle fin a nuestra amistad.

 

-¿Qué decís vos? -pregunta Lucrecia. Dicho sea de paso, poniendo una cara de asco. Como si el que acabara de hablar hubiese sido alguna especie de insecto repugnante que justo pasaba arrastrándose por la vereda.

 

-Lo que escuchaste. Yo renuncio a Gilberto si vos me prometes que vas a seguir con él y lo vas a hacer feliz.

 

-¡Ay, pero por favor! ¡No me hagas reír, queres! Si todos sabemos que te importa un carajo la felicidad de los demás y con tal de salirte con la tuya sos capaz de matar hasta a tu vieja.

 

-No, pará, Lucre, te estás pasando, me parece.

 

-Vos, te callás. Y mañana vas vale que me compres unos zapatos por lo menos. Con todo este papelón que me estás haciendo pasar.

 

-Está bien, Lucre, pero no sigas lastimando a mí amigo.

 

-¿Lastimar donde Gilberto? Pero al final tu vieja tiene razón: sos un mediocre que se deja manipular por cualquiera. Este tipo se nos está cagando de risa en la cara, ¿sabés por qué? Porque la fuente de alimentación primaria de tu amigo, lo que lo nutre a él: ¡ES LA MALDAD! ¿Cuándo te vas a dar cuenta?

 

-No…Lucre, pará, te estás yendo de tema ¿Cómo le vas a decir eso?

 

Al escuchar estas palabras me quiebro. Me dio mucha vergüenza, tengo que admitirlo.

Lo único que alcancé a hacer fue dar media vuelta y empezar a caminar en dirección contraria. Dándoles la espalda así no me veían mis lágrimas. No le iba a dar el gusto de verme llorar a esta harpía.

Pero les juro que no pude. Estaba destruido.

 

La gente tóxica, dañina, que vive enroscada en su propia maldad, como Lucrecia, seguramente no me va a creer y va a decir que solo estaba fingiendo en un desesperado y ruin plan para darle lástima a mi amigo.

Yo no voy a juzgar a nadie. Cada uno es libre de pensar lo que se le plazca. Lo que si voy a decir es que en aquel momento no puede ni siquiera seguir caminando, así que me senté sobre la calle a llorar. Sin importarme si venía un auto o no. Es más, ojála hubiese venido uno así me pisaba y me moría de una vez. A ver si así algunos eran mas felices por lo menos.

Hundiendo la cabeza entre las rodillas me entregué al llanto. Ya sin importarme un carajo quien me estuviese observando.

Decir que lo que motiva mis acciones es la maldad, fue más de lo que mi corazón pudo soportar.

 

-No, W, pará, no llores. ¿Ves lo que haces, Lucre?

 

-¡Ay, Gilberto! ¡No te das cuenta que está actuando? ¡Pero si hasta yo soy mas creíble en la cama cuando finjo que me dejás satisfecha con ese maní quemado que tenés!

 

*sollozos*

 

-Amor, aflojá un poco querés. ¿No ves como está?

 

*sollozos*

 

-¿E-está llorando en serio?

 

-Dejenme, dejenme… ya se me va a pasar. Lo único que les voy a pedir es que traten de no agredirme, por lo menos por cinco minutos, así tengo tiempo de recomponerme.

 

-No, bueno, pará, ¡No era para que llores así tampoco! -escucho decir a la novia de mi amigo.

 

-Dejá, Lucrecia, todo bien. No pasa nada. Dejame que todavía es como si estuviese juntando los pedacitos de mi corazón porque me lo hiciste pelota.

 

-¡Pero que exagerado que sos!

 

Sin embargo, mis lágrimas no paraban. Mi rostro, una catarata de tristeza y dolor indescriptible.

 

-¿W?

 

*sollozos*

 

-¿Seguís llorando en serio?

 

*sollozos*

 

Al ver que seguía mal, Lucrecia empieza a avanzar hacia donde yo estaba. Si bien estaba de espaldas y con la cabeza agachada, lo pude saber por el sonido de sus pasos. Gilberto estaba parado mí lado, sin saber que hacer.

 

Así hasta que…

 

¡CRACK!

 

De repente, escucho el sonido de un golpe seco. Algo había pasado, pero bueno, tampoco me podía arriesgar a levantar la vista si supuestamente estaba tan mal. Pero entonces oigo la voz de mi amigo Gilberto, que por alguna razón había empezado a gritar.

 

-¡Lucre! ¡¿Lucre, estás bien?! ¡Contestame!

 

-¿Qué pasó Gilberto? ¿Qué fue ese ruido?

 

-Es Lucre, me parece que se resbaló con algo. Le estoy hablando pero no reacciona.

 

Me acerco hasta donde estaba tirada esta chica, y compruebo, al ver su figura desparramada en el pavimento, que efectivamente se había resbalado con algo. Más precisamente con una cascara de banana, que yacía a un pequeño costado de su cuerpo Inerte.

Su novio la seguía llamando, en unos desesperados intentos por reanimarla, pero Lucrecia, a pesar de tener los ojos abiertos de par en par, los mismos se encontraban apagados. Incapaces de ver a ningún lado. Ya no.

 

Estaba muerta.