La noche envolvía Buenos
Aires.
Y a nosotros. Que viajábamos por una carretera prácticamente desierta. Apenas iluminada por las luces delanteras del auto destartalado de Gilberto.
Y tenía sentido. A esa hora la gente común, la gente normal, la gente que no carga con las mismas responsabilidades que yo llevo sobre los hombros, seguramente se encontraba en la calidez de sus hogares. Ya sea durmiendo, teniendo relaciones con sus amantes. O en su defecto matándose a pajas. Para así poder apagar las llamas de la soledad hasta finalmente conciliar el sueño.
Pero, claro, yo no podía
darme ese lujo. Tenía que salvar a mi amigo.
-Che W, ¿de verdad te parece
buena idea lo que estamos haciendo?
Dijo de pronto la insegura
voz del idiota de Gilberto. Sí, yo lo podía querer mucho, pero tipo era idiota.
Le faltaba iniciativa y poder de decisión. Para que se den una idea Gilberto es
de esas personas que va al supermercado y no es capaz ni de comprar un
detergente sin antes preguntarle a todos los empleados del local si la marca que
eligió era buena.
-Te digo que sí Gilberto.
Tenes que aprender a ser firme con las decisiones que tomás. Porque si no toda
la vida vas a ser influenciado por la gente. Vos haceme caso y seguí manejando.
-Si, tenés razón. Disculpame.
-No, todo bien. Che, sabés
que me empezó a doler el estómago. Me debe haber caído mal algo de lo que comí.
-Y, sí, puede, ser,
comiste…comiste bastante. ¿Querés que paremos?
-No, no, es apenas una
molestia. Pero bueno, cuando vuelva voy a ir a ver a un médico para que me
revise y me diga bien que tengo.
-Y capaz que te va a
convenir hacer eso.
-Che, Gilberto, ¿no tendrás
algo para bajonear?
-¿Pero no decís que te duele
el estómago?
-Si, bueno, pero me agarró
hambre.
-Pero te acabás de comer un
pollo vos solo.
-Si bueno, pero a ver ¿cómo
es la cosa, Gilberto? ¿Ahora vos me vas a decir cuánto es lo que puedo comer?
-No, boludo, yo te lo digo
por vos. Creo que en la guantera tengo algo de fruta. Mirá que ya estamos
llegando, igual.
Al final mi amigo estaba
haciendo un escándalo por nada, ya que lo único que tenía en la guantera del
auto era una banana. No soy mucho de comer banana, pero la verdad que me había
agarrado un hambre voraz, así que le entré igual.
Como había señalado
Gilberto, unos momentos después llegamos a la puerta de la casa de Lucrecia.
Nos estacionamos enfrente y bajamos. Yo todavía tenía la banana en la mano.
Por lo general, después de
comer fruta inmediatamente de daban ganas de comer algo duce. Así que miré
hacia los costados a ver si encontraba un kiosko abierto, para ver si compraba
un chocolate, pero estaba todo cerrado. Mal que me pese.
-¿Y? ¿No vas a tocarle
timbre? -le pregunto a Gilberto.
-Y…es que me da miedo. Mirá
si se enoja.
-Pero, Gilberto, a ver,
¿Cómo es la cosa? ¿Quién tiene los pantalones puestos acá? ¿Vos o ella?
-Si, pero…
-A parte ¿Que es eso de
tenerle miedo? ¿Desde cuándo nosotros le tenemos que tener miedo a ellas? Ellas
son las que no tienen que tener miedo a nosotros. Siempre fue así y lo va a
seguir siendo siempre. Te lo digo ahora, y grabátelo en la
cabeza: el miedo es la base del éxito para cualquier tipo de relación. Después
si querés puede venir el amor, el compañerismo y toda esa gansada. Pero si no
tenés al miedo de tu lado, no tenés nada. En una relación uno rosa la cúspide
de la perfección cuando levantas la mano para rascarte la cabeza y ella por las
dudas se ataja pensando que le vas a meter un sopapo. ¿Me explico?
-No, si, yo entiendo a donde
querés llegar y te agradezco todo lo que estás haciendo por mí, pero viste, me
parece que no es la fo-
-¡Gah! ¿Sabés que Gilberto? Dejáme
a mí, a ver, ¡correte!
La verdad que mi amigo me
estaba exasperando. Yo me rompía el alma para salvar su patética relación
amorosa y el tipo no era capaz de poner un chiquito de voluntad. Estaba seguro
que si era por él, se quedaba viviendo de por vida debajo de la falda de la
novia. Pero yo no lo iba a permitir. Revoleé la cascara de banana a la mierda y
toqué el timbre.
RIIIINGG
“¡Bajá yegua!”, le grito
también. Como para reforzar la gestión de negociación.
La novia de mi amigo no
tardó mucho en responder. Y la prueba de esto fue cuando escuchamos su irritable
voz de mujer desde el balcón.
-¿Gilberto? ¿Sos vos el que
está gritando? -pregunta.
-Sí, sí, amor…soy yo, quería
que hablemos un rato.
-Pero son las tres y media
de la mañana Gilberto. A parte te dije que no quería hablar con vos. No, no,
ahora yo voy a bajar, pero me vas a escuchar.
Tras oír esto mi amigo abre
los ojos como platos y me mira, preso del pánico.
-¡No W! ¿Ves? Te dije que esto
era una mala idea. Ahora se enojo y me va a empezar a gritar.
-Bueno, si quiere bajar, genial.
¿No es eso a lo que vinimos a fin y al cabo? Y vos tranquilo que el Escudo de
la Justicia está de tu lado.
-¿Y dónde está ese escudo?
-Soy yo pelotudo.
Finalmente, Lucrecia hace
acto de aparición.
Completamente desaliñada.
Llevaba puesta una remera musculosa desgastada, que por debajo de las axilas le
sobresalía una cantidad de pelo bastante considerable, al punto de que te
podías hacer un par de trenzas si querías.
A parte de eso, unas chancletas
que seguramente le habrán pertenecido a su bisabuela. Y la cara, bueno, un
espanto. Llena de acné, dejada estar, como si no se la hubiese lavado por años.
Y vos diras “bueno, es que seguramente estaba durmiendo”, pero que yo que la
conozco te puedo asegurar que esta mina anda así las 24 horas de los 365 días
del jodido año.
Y encima la panza que le
colgaba. Pero no esa panza de decir: “Eh, mirá esa gorda de mierda”. No, era la
típica panza de la cerveza. De estar todo el día echada en el sillón viendo
Grey´s Anatomy. Que no es capaz siquiera de cuidar un poco su aspecto personal.
Hasta yo mismo muchas veces
le he dicho: “Lucrecia, ¿por qué no te cuidas un poco? Más siendo mujer. A ver,
no digo que te hagas una cirugía porque para arreglar esa cara tendrías que
hacer un reset de fábrica. Pero por lo menos bañate hija de puta.”
Y bueno, se ve que se lo
tomó a mal y me dijo que con su cuerpo ella hacía lo que quería. Ah, perdón,
ella no dice cuerpo. Ahora dice “cuerpa”.
La cosa es que a partir de
ese día me hizo la cruz. Muy errónea su actitud, realmente, ya que todo lo que
quería era ayudarla a que se vea mejor.
Bueno, mejor dentro de lo
que se podía, ¿no?
Y hoy encima estaba peor que
nunca. Para que se den una idea, calentaba más el Toxic Avenger en camisón que
esta mina.
Entonces, en un impulso que me salió del alma, agarro firmemente a Gilberto de los hombros y le digo: “¿Cómo haces para voltearte esto?”
-Bueno che, estoy enamorado.
No empieces, dijiste que me ibas a ayudar.
-AH, NO ¿PUEDO SABER QUE
HACE ESTE SER NEFASTO Y DETESTABLE EN LA PUERTA DE MI CASA?
-Dice que está enamorado y
viene a recomponer la relación.
-Lo decía por vos, infeliz.
¿Me explicás esto Gilberto?
Mi amigo, bien de cagón y
como era de esperarse, se queda sin palabras. Por lo que no me quedó otra que
intervenir. ¿Acaso me iba a tocar hacer todo a mí esta noche?
-Mirá Lucrecia, disculpa que
me meta, pero yo lo único que te voy a pedir es que si te vas a dirigir a mi
persona lo hagas con el debido con respeto. Porque yo a vos te hablo con
respeto, a pesar de que seas mujer.
Lucrecia decide ignorar mis
palabras, ya que era una maleducada por supuesto.
-Eh, Gilberto. A ver. Es que…no
sé ni por donde empezar. Antes que nada, te aclaro una cosa: Si vos querías
arreglar las cosas conmigo ya te digo que empezaste mal apareciéndote en mi
casa y encima con este tipo. Que de paso te pregunto ¿me decís que carajo hace
con gafas oscuras a las tres de la mañana? Es un enfermo. ¿Así querés que nos
arreglemos vos y yo?
-No, Lucre, es un amigo,
estaba preocupado. Me vió mal y me quiso ayudar, nada más.
-¡Ay, Gilberto! Pero,
contestame una cosa: ¿a vos te funciona bien la cabeza? ¿Como se te ocurre
pensar siquiera que esta…persona…es capaz de hacer algo por alguien de manera
desinteresada?
-Y…pero es la verdad gorda. Me
está ayudando. En serio, es buen tipo W.
-¿Ayudando? A ver, mírame a
la cara y decime que vos no le diste nada a cambio para que el venga con vos
hasta acá.
En ese momento mi amigo se queda mudo. Tenía que
admitirlo:
esto no se veía nada bien. A este paso mí amigo no solo
iba a
terminar separándose, sino
que capaz también iba a terminar ligando un par de cachetazos. ¿Quien sabía
hasta donde estaba dispuesta a llegar esta loca?
Tenía que hacer algo. Sobre
todo porque si Gilberto se separaba, con esa cara de salame recibido lo más
probable era que pasaran 100 años antes de que otra mina le volviera a dar
bola.
Y yo lo necesitaba en
pareja. Quería que fuese feliz. A parte estando en pareja, iba a seguir
teniendo estas peleítas de mierda. Lo cuál, significaba que de tanto en tanto
me iba a venir a pedir algún consejo. Que a su vez significaba una o varias
comidas gratis. Ah, se me hacía agua la boca con solo pensarlo.
Sí. Definitivamente Gilberto
tenía que arreglarse con esta chica. Y si para eso debía convertirme en su cupido
del destino, que así sea.
-Este…perdón que me meta de
nuevo. Yo solo te quiero decir Lucrecia que si el problema soy yo, con tal de
que mi amigo sea feliz, estoy dispuesto a dar un paso al costado y ponerle fin
a nuestra amistad.
-¿Qué decís vos? -pregunta Lucrecia.
Dicho sea de paso, poniendo una cara de asco. Como si el que acabara de hablar
hubiese sido alguna especie de insecto repugnante que justo pasaba
arrastrándose por la vereda.
-Lo que escuchaste. Yo
renuncio a Gilberto si vos me prometes que vas a seguir con él y lo vas a hacer
feliz.
-¡Ay, pero por favor! ¡No me
hagas reír, queres! Si todos sabemos que te importa un carajo la felicidad de
los demás y con tal de salirte con la tuya sos capaz de matar hasta a tu vieja.
-No, pará, Lucre, te estás
pasando, me parece.
-Vos, te callás. Y mañana vas
vale que me compres unos zapatos por lo menos. Con todo este papelón que me estás
haciendo pasar.
-Está bien, Lucre, pero no
sigas lastimando a mí amigo.
-¿Lastimar donde Gilberto?
Pero al final tu vieja tiene razón: sos un mediocre que se deja manipular por
cualquiera. Este tipo se nos está cagando de risa en la cara, ¿sabés por qué?
Porque la fuente de alimentación primaria de tu amigo, lo que lo nutre a él: ¡ES
LA MALDAD! ¿Cuándo te vas a dar cuenta?
-No…Lucre, pará, te estás
yendo de tema ¿Cómo le vas a decir eso?
Al escuchar estas palabras
me quiebro. Me dio mucha vergüenza, tengo que admitirlo.
Lo único que alcancé a hacer
fue dar media vuelta y empezar a caminar en dirección contraria. Dándoles la
espalda así no me veían mis lágrimas. No le iba a dar el gusto de verme llorar
a esta harpía.
Pero les juro que no pude. Estaba
destruido.
La gente tóxica, dañina, que
vive enroscada en su propia maldad, como Lucrecia, seguramente no me va a creer
y va a decir que solo estaba fingiendo en un desesperado y ruin plan para darle
lástima a mi amigo.
Yo no voy a juzgar a nadie. Cada
uno es libre de pensar lo que se le plazca. Lo que si voy a decir es que en
aquel momento no puede ni siquiera seguir caminando, así que me senté sobre la
calle a llorar. Sin importarme si venía un auto o no. Es más, ojála hubiese
venido uno así me pisaba y me moría de una vez. A ver si así algunos eran mas
felices por lo menos.
Hundiendo la cabeza entre
las rodillas me entregué al llanto. Ya sin importarme un carajo quien me
estuviese observando.
Decir que lo que motiva mis
acciones es la maldad, fue más de lo que mi corazón pudo soportar.
-No, W, pará, no llores.
¿Ves lo que haces, Lucre?
-¡Ay, Gilberto! ¡No te das
cuenta que está actuando? ¡Pero si hasta yo soy mas creíble en la cama cuando
finjo que me dejás satisfecha con ese maní quemado que tenés!
*sollozos*
-Amor, aflojá un poco querés.
¿No ves como está?
*sollozos*
-¿E-está llorando en serio?
-Dejenme, dejenme… ya se me
va a pasar. Lo único que les voy a pedir es que traten de no agredirme, por lo
menos por cinco minutos, así tengo tiempo de recomponerme.
-No, bueno, pará, ¡No era
para que llores así tampoco! -escucho decir a la novia de mi amigo.
-Dejá, Lucrecia, todo bien.
No pasa nada. Dejame que todavía es como si estuviese juntando los pedacitos de
mi corazón porque me lo hiciste pelota.
-¡Pero que exagerado que sos!
Sin embargo, mis lágrimas no
paraban. Mi rostro, una catarata de tristeza y dolor indescriptible.
-¿W?
*sollozos*
-¿Seguís llorando en serio?
*sollozos*
Al ver que seguía mal,
Lucrecia empieza a avanzar hacia donde yo estaba. Si bien estaba de espaldas y
con la cabeza agachada, lo pude saber por el sonido de sus pasos. Gilberto
estaba parado mí lado, sin saber que hacer.
Así hasta que…
¡CRACK!
De repente, escucho el
sonido de un golpe seco. Algo había pasado, pero bueno, tampoco me podía
arriesgar a levantar la vista si supuestamente estaba tan mal. Pero entonces
oigo la voz de mi amigo Gilberto, que por alguna razón había empezado a gritar.
-¡Lucre! ¡¿Lucre, estás
bien?! ¡Contestame!
-¿Qué pasó Gilberto? ¿Qué
fue ese ruido?
-Es Lucre, me parece que se
resbaló con algo. Le estoy hablando pero no reacciona.
Me acerco hasta donde estaba
tirada esta chica, y compruebo, al ver su figura desparramada en el pavimento,
que efectivamente se había resbalado con algo. Más precisamente con una cascara
de banana, que yacía a un pequeño costado de su cuerpo Inerte.
Su novio la seguía llamando,
en unos desesperados intentos por reanimarla, pero Lucrecia, a pesar de tener
los ojos abiertos de par en par, los mismos se encontraban apagados. Incapaces
de ver a ningún lado. Ya no.
Estaba muerta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario