martes, 10 de enero de 2017

El mejor vendedor de seguros de la historia

El otro día me encontraba refugiado en mis aposentos, buscando alguna película/serie para descargar y mirar durante el fin de semana ya que la idea de salir al exterior para ejercer mi derecho a socializar me resulta totalmente descabellada; cuando de repente, de la nada misma, me suena el celular.

Me estremecí por completo.

Si bien no suelo recibir llamadas de ningún tipo, no fue ese el motivo de mi sobresalto. No. Lo que realmente hizo que me pusiera blanco del pánico fue que ni bien se ilumino la pantalla de mi teléfono celular, comprobé que nos encontrábamos en época de fiestas. Por lo que era altamente probable que se tratara de algún familiar o conocido con intención de saludarme y robarme valiosos minutos de mi existencia. Minutos que lamentablemente jamás iba a poder recuperar.

Alguna tía tal vez. Nunca faltan, parecen ilimitadas. O por ahí algún amigo con el cual no me veo hace tiempo y que por algún motivo elije el último día del año para hablarme y caer en una de esas charlas en donde todos los temas de conversación se agotaron hace años, por lo que tiene que recurrir al uso de frases trilladas del tipo “a ver cuando nos vemos” y “che estás re desaparecido.” Que ladilla, por Dios.

Sea cual fuere el caso, podía simplemente cortar la comunicación de la misma forma que había hecho durante la navidad pasada cuando me llamó mi abuela enferma desde el hospital para preguntar porque todavía no había ido a visitarla. Una desubicada.

Pero no, no se trataba de alguien medianamente cercano porque el número figuraba como desconocido. Inmediatamente recordé que el mismo número me había llamado dos veces esa misma semana pero en ninguna ocasión le había podido contestar.

Eran del banco. De un call center para ser más exacto.

Estos tipos no solo son insistentes hasta el cansancio. Son gladiadores directamente, que no te van a dejar de joder hasta que no les atiendas la llamada.

Resulta que la persona que me llamó, un hombre joven, vamos a ponerle unos veinticinco años, quería venderme un seguro de vida.
Mi respuesta fue “no,” rotundamente, porque simplemente sacar un seguro de vida es algo que no me interesa en lo absoluto, pero obviamente estos no son argumentos válidos para la gente que trabaja en call centers.

“No, la verdad no estoy interesado. Te agradezco.”
“Listo entonces, que tenga buenas tardes.”

Que la conversación concluya de ese modo es inaceptable por lo que el sujeto procede a comentarme los “beneficios” de adquirir este servicio. Beneficios lo pongo entre comillas porque de repente ante mi negativa, van a poder notar que la conversación empieza a tomar un tono bastante oscuro.

“Señor, tenga en cuenta que con este plan usted está pagando alrededor de $1,98 por día. Un precio más que accesible considerando que hoy en día esta expuesto a todo tipo de accidentes,” me dice el tipo. “Si, puede ser, pero te repito: de momento no estoy interesado,” le contesto yo de manera cordial.

Pero en lugar de dejarlo ahí, el operador, que se ve que o bien estaba inspirado o en el banco ese día el speech para incentivar a los clientes era “la muerte y su arbitrariedad” insiste: “¿Esta seguro? Mire que hoy en día incluso un colectivo lo puede pisar de camino al supermercado. Y no nos tenemos que olvidar de los actos delinquidos que están a la orden del día.”

“Te entiendo perfectamente," le digo ya con las pelotas bastante llenas. "Vos lo que me estas queriendo decir es que por mas seguro que me sienta ahora en la calidez de mi hogar, la muerte esta agazapada en una esquina esperándome.”

“Por supuesto señor.”

POR SUPUESTO
me dice la sanguijuela. Pero calmate un poco angel de la muerte, emisario de enfermedades y desgracias.

O sea, había un mensaje. Y si por las dudas dicho mensaje a esta altura todavía no quedaba claro, era el siguiente:

“Comprá tu seguro hoy. Porque la muerte es arbitraria e impredecible, pero segura. Y te puede llevar cuando menos te lo esperes y de las formas mas horrendas y sanguinarias que te puedas imaginar.”




Eventualmente termine cortando la comunicación pero aun así no deja de ser raro. He recibido muchos llamados molestos a lo largo de mi vida, la mayoría a decir verdad. Bah, la mayoría por no decir todos. La realidad es que hasta un simple “hola ¿cómo va?” por whatsapp es suficiente para crisparme los nervios. Pero jamás me llamaron para recordarme lo vulnerable que soy a la muerte.

Ya te puedo imaginar preguntando: “W ahora que sabes que hoy estamos y mañana quien sabe ¿no crees que es momento de reflexionar un poco y ver la vida de otra manera? Con un poco más de luz, tal vez.”

La verdad que no.

martes, 3 de enero de 2017

Tu show de fin de año aburre


"Año nuevo, vida nueva" dice la canción de Billo's Caracas Boys, e insipiraron a una generación de larvas que esperan a que los logros les caigan de arriba por obra y gracia del señor.

“Adiós 2016…preparate 2017.” El desasosiego que sentí al abrir mis redes sociales y encontrarme con mensajes de esta índole es algo que me resulta muy difícil de explicar con palabras. Era como si de un momento a otro el mundo hubiese enloquecido o como si todas las personas a las que conozco hubieran caído fulminadas, todas al mismo tiempo, víctimas de una gripe viral.

Porque uno puede entender (y hasta ahí) que por estas épocas se suelen poner de moda los sentimientos. Pero para todo hay límites, creo yo.

Una cosa es el típico personaje denso que por esas fechas, incapaz de contener el impulso emocional, se pone a etiquetar contactos de manera aleatoria en fotos con motivos navideños y de año nuevo; y otra muy distinta es pensar que hay un año predestinado especialmente para vos, en el cual vas a lograr todo lo que te propongas sin tener que hacer una mierda.

“Al fin se termina este año de porquería, ojala el que viene sea mucho mejor.”

A ver. Si yo me dedico todos los días a huevear por Facebook en busca de alguna imagen con alguna frase para compartir sin invertir mi tiempo en algo que me ayude a lograr un cambio radical en mi vida, lo único que estoy haciendo cuando llego a fin de año es copiar y pegar el mismo mensaje de todos los años pero cambiando el número.

Porque realmente hay que ser bastante ingenuo para creer que uno vino al mundo ya con una vida predestinada y que cuando la gente muere es simplemente porque “le tenía que tocar”. Que son simplemente personajes de relleno en un mundo donde vos sos el protagonista y andas a chochobo porque la vida es un Final Fantasy. Salame.

“A mi no me puede pasar nada porque antes tengo que ser jugador de fútbol.”
“Yo quiero ser bailarina. Es mi destino, lo sé.”

Para empezar ni el 2017, ni ningún otro año te debe más que 365 días. Días que vos vas a poder utilizar para realizar alguna actividad productiva para que a largo plazo te de sus frutos; o bien te los podes gastar sacándote fotos en Snapchat o viendo alguna de esas paginitas que todos los días te revela uno de los asombrosos misterios que esconde tu signo del ojete, para que vos después vayas como un boludo y lo compartas en Facebook así la gente se pone al tanto de que vos sos el elegido y que con Capricornio no se jode.

Y claro, te va agarrar fin de año de nuevo y como no hiciste otra cosa más que rascarte, una vez más te vas a encontrar actualizando tu estado poniendo “Que año de mierda. La vida me cagó. A ver que me trae el 2045.”
Mirá, si el 2045 fuese una persona seguramente lo único que te traería sería una patada en el culo y acto seguido te diría que largues el Maincraft y te pongas a laburar, lacra social.

Otra cosa que me llamo mucho la atención es el tema de las muertes de celebridades que hubo el último año. No las muertes en sí, porque personas mueren todos los días, sean famosas o no. Lo que me llamo la atención fue la pelotudez, casi a nivel colosal les diría, de atribuirle todas y cada una de las muertes al 2016.

“¡Uuuuh! mirá murió la princesa de Star Wars, que fuera de los memes no tengo ni la más puta idea de quien es pero de todos modos hagamos una movilización masiva para alertar al mundo de que el 2016 nos está matando a todos.”

Obviamente esto no tardó en viralizarse y convertirse en tendencia, por lo que las páginas de internet aprovecharon para empezar publicar muertes de personalidades que ni siquiera llegan a ser medianamente relevantes. Todo a fin de inculcar la idea de que el presente año también esta maldito.

“¡Nooo! ¡Mirá! Murió el que repartía el catering en el set de filmación de Terminator 2. La pucha, el 2017 se está llevando a todos.”

No boludo, la gente se muere todos los días. Lo que pasa que ahora los medios se ponen a googlear a ver quién se murió para después vendértelo como noticia, aprovechando que tenes el cerebro del tamaño de una almendra.

No sé ustedes, pero cada tengo menos fe en la humanidad y nada tiene que ver el año.

Feliz 2017.