lunes, 25 de abril de 2022

El otro día salvé la relación de un Amigo - Parte 1

 

Esta es una historia normal.

 

Una historia común y corriente. Algo que tranquilamente te pudo haber pasado a vos o a un amigo tuyo. Pero que, por azares del destino (¿Y por qué no? Un ensañamiento injustificado que la vida pareciera tener conmigo) me sucedió a mí. Un tipo común. Que pasa desapercibido en cualquier lado. Basta con echarle una a mi paso por la escuela primaria y secundaria, donde fui prácticamente un fantasma.

Aunque siempre con un mismo objetivo: Hacer el bien. Más aún cuando se trata de ayudar a alguien cercano. Como un amigo.

 

Pero antes de comenzar con mi relato quiero decirles que me gustaría que tomen esta anécdota como un aprendizaje. Que absorban mis palabras como si tratara de una esponja. Que procesen todo lo que digo y viertan ese conocimiento en su vida cotidiana. Así no terminan como este servidor -del bien, por supuesto-. Que por ayudar a un colega acaó metido en flor de problemilla.

Algo circunstancial, y que de paso, aprovecho para reafirmar que me declaro absolutamente inocente de todo lo que se me acusa.

Que de hecho si tuve un rol en todo este asunto, les puedo asegurar que es el de víctima.

 

Esta historia tuvo lugar aproximadamente hace tres años. Es decir, que fue algo preexistente a todo esto de la pandemia. Época que difícilmente vuelva. Donde muchas personas, como yo, no podían usar el tema del aislamiento social para justificar su triste y lamentable vida social. 

Hoy por lo menos vivo un poco más tranquilo en ese sentido, ya que cuando me preguntan “¿Che y vos no salís a ningún lado?” les puedo decir “No. No porque me estoy cuidando, viste. Con esto del virus.”

 

SÍ, claro. Un virus. Ya hace mas de 30 años que me estoy cuidando de ese virus.


Cuando la realidad es que no salgo porque sencillamente no tengo a nadie con quien salir y los pocos amigos que me quedan hoy en día si me ven caminando por la calle se cruzan de vereda. Como si tuviese la peste. Como si me culparan a mí de ser el artífice de sus penurias y sus días grises.

 

Como mi amigo Gilberto.

 

Todo comenzó un viernes por la noche. Yo me encontraba en mi casa viendo el noticiero. Lo mismo de siempre. Tampoco es que esperaba escuchar algo interesante. Debo admitir que la mayoría de las veces simplemente suelo dejar la tele prendida para escuchar otra voz humana y hacer de cuenta que no estoy tan solo en la vida.

 

“…y en lo que respecta al tiempo, bueno, vos que estás ahí en casa ansioso por saber si te vas a poder juntar con tus seres queridos a comer un asado, quedáte tranquilo porque vamos a tener un fin de semana hermoso y despejado. Cálido, con un sol resplandeciente y alegre, ideal para salir con amigos y disfrutar de este verano que recién está empezando. ¿Existirá algo mejor que el verano? Yo la verdad que lo dudo mucho. ¿A quien no le puede gustar el verano? A un enfermo únicamente.”

 

-Hablá por vos -dije en vos alta, sin nadie que pudiera escucharme. Porque claro, como les dije, siempre me encontraba solo-.

 

“…Y lamentablemente ahora tenemos que pasar a noticias seguramente menos agradables. Ya que el barrio de Paternal sigue buscando desesperadamente a Wilfredo. Joven que ya lleva más de un mes desaparecido, luego de haber sido visto por última vez en una juntada con dos amigos. La familia en este caso, se encuentra extremadamente preocupada, siendo un caso tan particular el de este joven, ya que Wilfredo es discapacitado. A raíz de un accidente en donde perdió dos de sus piernas, luego de que…vamos a decirlo, con perdón de la expresión, un malnacido, quien se decía ser su amigo, lo pasó con un auto por encima. Estamos en vivo con la familia de Wilfredo, vamos con el móvil, por favor.”

 

No pude soportarlo más.

 

Les juro que tuve que apagar la televisión de lo indignado que estaba. A veces me cuesta mucho creer que exista gente tan mala en el mundo. Y probablemente, la historia del noticiero, de aquel desafortunado joven, me terminó afectando más de lo que hubiese querido. Dado que yo también tenía un amigo llamado Wilfredo. ¡Quien además también es de Paternal y casualmente no veo hace más de un mes!

Y que por si las coincidencias ya no fuesen lo suficientemente escalofriantes, hace un par de años mi amigo también sufrió un accidente en donde se podría decir que yo, en parte, conté con algo de responsabilidad. Un trágico accidente, donde, bueno, por caprichos del destino mi amigo acabó perdiendo ambas piernas. Y nada, viste, yo desde ese día como que siento que el tipo jamás volvió a ser el de siempre.

 

¡Ay, Wilfredo! -lamenté hacia mis adentros- ¿Qué no haría para poder localizarte? ¡Sí hasta me rasgaría el pecho y arrancaría el corazón con mis propias manos con tal de tener noticias tuyas!

 

De hecho Jorge, un amigo que tenemos en común, el otro día me llamó con la idea de ir a pegar panfletos por el barrio, para ver si en una de esas conseguíamos algún dato sobre su paradero. Pero bueno, lamentablemente no se dio, porque yo ese día justo tenía que ir al cine. Y justo ya había pagado la entrada. Sí, una cagada.

A parte convengamos que mi amigo Jorge es un exagerado. Un teatrero de aquellos. El típico sujeto que entra en pánico ante la primera señal de irregularidad que se presenta. Yo le dije: “Jorge, déjate de joder, estás actuando como si Wilfredo estuviese desaparecido. A ver, pasó un mes nomás, se habrá ido de joda por ahí. Estará con alguna minusa.”

 

-¿Pero a donde va a ir si no tiene piernas?

-Mirá Jorge, que a vos las mujeres no te den bola por ser la persona más intrascendente del planeta, no quiere decir que Wilfredo no pueda salir a mojar la oblea de vez en cuando. Con o sin piernas. Hay gente que de verdad desaparece todos los días y vos te estás armando una película que nada que ver me parece. Wilfredo no está desaparecido. A lo sumo estará en hiatus.

 

Y después de decirle eso le tuve que cortar porque la verdad ya me estaba rompiendo bastante las pelotas. A ver, Jorge es mi amigo y yo lo quiero mucho, pero a veces su egoísmo me resulta chocante.

 

Volviendo al tema que nos concierne, después de que apago el televisor, esa noche, justo cuando estaba yendo a la cocina a buscar un vaso de agua, escuchó un ruido extraño.

 

BRRRR…BRRRR…

 

Yo me sobresalté, pensando de donde podía provenir aquel sonido. Hasta que veo en dirección a la mesa y compruebo que se trataba de mi teléfono celular, el cuál estaba vibrando.

 

Había recibido un mensaje.

 

Si antes me había puesto nervioso por el ruido, ahora estaba peor. Ya que rara vez suelo recibir mensajes. De ningún tipo

 

La pantalla del celular se ilumina al momento de desbloquearlo, y ahí compruebo que no tenía uno sino varios mensajes. Cinco de hecho. Por lo que uno a uno me pongo a leerlos, arrancando por el más viejo por supuesto. Este era de hace dos semanas y decía lo siguiente:

 

MENSAJE 1 DE 5

 

HACE DOS SEMANAS

DE: 15-XXXX-XXXX

ASUNTO: TÍA CARMELA

 

HOLA, SOY YO, TU PRIMO. SE QUE DEBIDO A UNA SERIE DE DIFERENCIAS QUE HEMOS TENIDO EN ESTE ÚLTIMO TIEMPO NOS ENCONTRAMOS DISTANCIADOS. PERO COMO SABRÁS, LA TÍA CARMELA SE ENCUENTRA INTERNADA Y EL ÚLTIMO PARTE MÉDICO POR DESGRACIA NO FUE MUY FAVORABLE. ESTARÍA BUENO QUE CUANDO PUEDAS, PASES A VERLA YA QUE HOY FUI Y ME PREGUNTÓ POR VOS. UN SALUDO.

 

Recuerdo que mi primera reacción fue decir “¿Y quien carajo es la tía Carmela?” Y sobre todo ¿Quién era este boludo me escribía diciendo ser mi primo? De seguro era número equivocado, por lo que simplemente borré el mensaje y pasé al siguiente.

 

 

MENSAJE 2 DE 5

 

HACE UNA SEMANA

DE: 15-XXXX-XXXX

ASUNTO: NO QUEDA MUCHO

 

LA TÍA APENAS PUEDE HABLAR. TE PIDO POR LO QUE MAS QUIERAS QUE SI AÚN QUEDA ALGO DE HUMANIDAD EN TU CORAZÓN PASES A VERLA. POR LO MENOS 5 MINUTOS. AYER CON LAS POCAS FUERZAS QUE TENÍA SE PUSO A RECORDAR CUANDO NOS HACÍA PAN MIENTRAS NOSOTROS JUGABAMOS EN EL JARDÍN DE SU CASA CON EL PERRO TOTO. POR LO QUE MÁS QUIERAS, VENÍ A DESPEDIRTE. NO VAYA SER COSA QUE EL DÍA DE MAÑANA TE ARREPIENTAS POR NO HABER PODIDO COMPARTIR UN ÚLTIMO MOMENTO CON LA TÍA.

 

Ah, pero un sentimental importante el pesado este. Que claramente se ve que seguía teniendo el número equivocado.

Pero todavía quedaban más mensajes, uno más confuso que el anterior, debo decir.

 

MENSAJE 3 DE 5

 

HACE 2 DÍAS

DE: 15-XXXX-XXXX

ASUNTO: ¡¡¡POR FAVOR!!!

 

YA NO SÉ COMO PEDIRTELO. A ESTA ALTURA YA NI SÉ SI SIRVA DE ALGO. LOS MÉDICOS LE DIERON A LA TÍA 24 HS DE VIDA. NOS DICEN QUE TENEMOS QUE SER FUERTES, QUE LE HABLEMOS A LA TÍA QUE POR MÁS QUE YA NO PUEDA HABLAR, NI MOVERSE, ELLA NOS ESCUCHA. PRIMO, POR LO MENOS VENÍ A SOSTENERLE LA MANO, QUE SE VAYA DE ESTE MUNDO SABIENDO QUE TODA LA FAMILIA ESTUVO CON ELLA ACOMPAÑANDOLA. FALTÁS VOS NADA MAS. ¡¡¡POR FAVOR!!!

 

Yo a esta altura estaba entre denunciar el número o seguir leyendo para ver que mas decía esta persona, que, claramente, no estaba en su sano juicio. Acabé quedándome con la segunda opción.

 

MENSAJE 4 DE 5

 

HACE 1 DÍA

DE: 15-XXXX-XXXX

ASUNTO: ¡¡¡BASURA!!!

 

LA TÍA SE NOS FUE. YA ESTARÁS CONTENTO. OTRO FAMILIAR QUE DECEPCIÓNAS EN LA VÍSPERA DE SU MUERTE. TE DIRÍA QUE LE PIDAS DISCULPAS A LA TÍA CARMELA, PERO NO VA A PODER SER PORQUE UNA PERSONA QUE EMANABA TANTO AMOR COMO ELLA DE SEGURO SE VA A IR AL CIELO, ¡¡¡EN CAMBIO VOS TE VAS A PUDRIR EN EL INFIENRO COMO EL SORETE HIJO DE PUTA QUE SOS!!! ¡¡¡QUE SIEMPRE FUISTE!!! NO TE QUIERO VOLVER A VER EN MI VIDA, A PARTIR DE HOY PARA MÍ ESTÁS MUERTO, BAH, YA HACE RATO QUE LO ESTABAS.

 

Yo me quedé perplejo. No entendía nada. No me parecía justo. A ver, ¿Por qué tenía yo que estar leyendo todas estas cosas tan espantosas?

No, es que claramente debía tratarse de un número equivocado y una persona que se encontraba mentalmente desequilibrada. Además, hasta donde tengo entendido yo no tengo ninguna tía Carmela. Que locura todo esto, por Dios.

 

Pero bueno, así es como llego al quinto y último mensaje. En esta ocasión por suerte se trataba de un amigo. Gilberto, quien me escribía para decirme que -para variar- otra vez se había peleado con la novia. 

 

MENSAJE 5 DE 5

 

HOY A LAS 20:45

DE: Gilberto

ASUNTO: hola amigo

 

HOLA, ¿COMO ESTÁS? ESPERO QUE POR LO MENOS MEJOR QUE YO. OTRA VEZ NOS PELEAMOS CON LUCRECIA. Y SI, YA SÉ LO QUE ME VAS A DECIR, PERO ESTA VEZ PARECE QUE ES DEFINITIVO. 

¿NOS PODRÍAMOS JUNTAR A CHARLAR UN RATO Y DE PASO TOMAR ALGO? SIENTO QUE TENGO MIL COSAS DANDO VUELTA EN LA CABEZA. YO INVITO, DALE.

 

Al leer las palabras de mi amigo una sonrisa astuta se me dibujó en el rostro.

 

“Definitivo” ¡Ja!, Si, claro. Como si no hubiese escuchado eso antes.

Si me lo preguntan, este tipo de relaciones (amorosas, románticas, o como quieran llamarle) no son más que una pérdida de tiempo. Una actividad que, a largo plazo, lo único que hace es retrasarnos de nuestras metas y objetivos.

Un bucle interminable de desacuerdos y planteos absurdos entre las dos partes, que después se reconcilian solo para volverse a pelear. Repitiendo este proceso de manera sistemática hasta que finalmente uno de los dos infelices se muere.

Si no mírenlo a mi amigo Gilberto. Aferrado como garrapata a una relación sin futuro, todo bajo el bendito justificativo de siempre: “Estoy enamorado”. 


Sí. Un pelotudo.


Entonces yo me pregunto ¿Qué significa estar enamorado? Porque a ver, yo he tenido relaciones, pero ahora tengo dudas con respecto a si estaba enamorado o no. Tal vez lo estuve y no me enteré.

¿Acaso es una cuestión de compañerismo? ¿De apoyar a la otra persona? ¿Del famoso "poner la otra mejilla"?

Porque si es así creo que no existe un mejor compañero que yo. Siempre apoyando a quien en aquel entonces fue pareja. Mi media naranja. Mi compañera en el modo cooperativo dentro de este dificultoso juego que es la vida.

 

Siempre estuve ahí con ella, apoyándola en absolutamente todo:

 

“Ahí te quedó algo de polvo”.

 

“¿De verdad a vos te parece que esto es pasar bien un plumero?”

 

“Mas vale que no le quede grasa a la sartén porque te hago tragar la esponja.”


Cosas así. Ah, que recuerdos.

 

Todas palabras motivadoras para que la mina pueda desempeñar bien sus funciones de mujer. Ya saben: limpiar, cocinar, obedecer. Esas cosas.

Pero no sé, después de aquella última relación fallida de convivencia que tuve, sumado a las seis anteriores, empiezo cuestionar mis propios métodos de convivencia y decir: “La pucha, capaz estoy haciendo algo mal.”

Y bueno no quería que a mi amigo le suceda lo mismo. Motivo por el cuál, decidí que lo iba a ayudar con este problema. Además, dijo que el invitaba. Y encima era viernes. ¿Saben hace cuanto que alguien no me invitaba a salir un viernes a la noche? Mucho. No existían ni los ubbers, imagínense.

 

Entonces, entusiasmado, me dirijo hacia el cuarto de mi madre para preguntarle donde había puesto mis camisas de salir.

 

-Bueno mujer, hasta que te dignaste a volver, ¿se puede saber en donde estabas?


-¿Cómo donde, hijo? Sí te dije que hoy era el velorio de tu tía Carmela. Y después el entierro. Estuvimos todos menos vos, ¿Qué pasó?


-¿Cómo? -fue lo único que atiné a decir.


-Tu tía. Carmela. Murió.


-¿Pero de que tía Carmela me estás hablando mamá? Hoy también me llegaron un montón de mensajes de un loco diciendo que vaya a ver a no sé que tía Carmela, vos que me decís que se murió otra tal Carmela, y yo lo que me pregunto es ¿Quién carajo es la tía Carmela?


-¿Cómo quien es, hijo? Tú tía Carmela. La que vivía en Lanus. Ibas prácticamente todos los fines de semana a jugar con tus primos.


-¿Carmela? -repito preso del asombro- ¿pero como? ¿Esa no era la tía Carmen?


-No hijito, Carmela se llama. Bueno, se llamaba. Pobre, que en paz descanse.


-Pero entonces el tipo de los mensajes…


-Ah, seguramente era tu primo Enrique. Pobrecito, tendrías que haberlo visto en el entierro, estaba destrozado.

 

Fue en ese preciso instante que la verdad se reveló ante mí como una persona a quien le sacan la venda de los ojos.


Todo. Los mensajes, la tía Carmela, incluso las palabras de mi progenitora, todo, absolutamente todo fue parte de una broma cruel organizada en conjunto con todos los miembros de mi familia para hacerme pasar por loco. Seguramente, orquestada por el máldito de mi primo Enrique. Cuyo motor en la vida es la de ir sembrando el mal a donde quiera que vaya.

 

Mirá lo lejos que fue capaz de llegar el sorete que incluso le cambió el nombre a la tía Carmen en un afán de confundirme.


Sin entrar en pánico, respiro profundamente y digo:

 

-Y decime, mamá, ¿se cagaron mucho de risa de mí? En el velorio, digo.


-¿Qué? ¿Cómo? No, mirá hijito ahora no empieces con estas cosas porque estoy que me caigo de cansancio.


-No, vos quédate tranquila que yo después me voy a encargar de saldar cuentas con Enrique. De momento andaría necesitando mis camisas de salir, ¿sabés dónde están?

 

Mi madre, con una expresión de asombro en el rostro, como si le acabara de preguntar si no vio una cabra pasar volando por la ventana, repite:


-¿Camisas de salir?


-Sí mamá, mis camisas de salir


-Pero si vos no salís nunca.


-Claro, eso es lo que te gustaría a vos y a mi primo ¿no?. Pero se van a quedar con las ganas, ¿sabés? Yo hoy voy a salir a divertirme. Mal que les pese.


-Bueno hijito, pero cuidate, por favor y mándame mensaje. Ah, y no te olvides de llevar una campera que a la noche refresca.


-Sí, sí, vení a hacerte la madre buena ahora.

 

Y fue así como tras escuchar las hirientes palabras de mi progenitora, tomé las llaves y me dirigí al encuentro con mi amigo Gilberto.

 

Claro, yo en ese entonces no tenía idea de los bizarros sucesos que iban a tomar lugar esa noche. Y les puedo asegurar que de haberlo sabido, jamás hubiese salido de mi casa.


CONTINUARÁ 




martes, 25 de agosto de 2020

Victoria (Una historia sobre bullying)

Nunca me consideré una persona religiosa, ni siquiera de chico. Tal vez tenga que ver con el hecho de que Dios jamás escuchó mis plegarias. Y las veces que más lo necesité siempre me dio la espalda.

 Y no piensen que no le di sus oportunidades. Incontables noches antes de ir a dormir, recuerdo haber estado arrodillado frente a mi cama con las manitos entrelazadas, profesando mi devoción hacia el todopoderoso. Prolongados momentos de mi vida, que en aquel entonces me deben haber resultado una eternidad ya que cuando uno es niño tiene una percepción del tiempo mucho más lenta que la de los adultos.

 Pero a mí eso la verdad que no me importaba. “Vos hablale que Dios te escucha,” solía decirme mi abuela. Entonces yo rezaba y rezaba y rezaba, hasta que un día me hinché las pelotas y recuerdo que fue en ese entonces cuando empecé a cuestionarme algunos aspectos de la religión.

 “¿Por qué Dios me ignora?”“¿Existirá realmente?” Esas eran tan solo algunas de las preguntas que solía hacerme de chic. ¿Será que acaso estaba cometiendo algún error en mis plegarias? Yo no lo creía realmente. Porque a diferencias del resto de los niños, yo no le pedía nada imposible ni complejo. Mis pedidos recuerdo que eran de lo más inocentes, propios de un niño de esa corta edad.

 “Querido Dios (solía decirle). ¿Cómo estás?  Soy yo. Tu ciervo W. Te quería contar que en la escuela todos los recreos tengo que soportar a mis compañeros jugando a la pelota y con todo el griterío que hacen se me dificulta bastante leer mi libro. Así que te quería pedir -si no es mucha molestia- que o bien les pinches la pelota, o si no de ultima, que le hagas explotar la cabeza a alguno mediante uno de tus rayos divinos. Como para dejar un mensaje. A ver si así dejan de hacer tanto bochinche, y me dejan terminar mi libro de 'Elige tu propia Aventura en paz´.”

 A la mañana siguiente mi madre, que se levantaba temprano todas las mañanas para prepararme el guardapolvo y llevarme a la escuela, se queda boquiabierta al ver que yo ya estaba levantado, listo para salir.
 
-Que temprano te levantaste.
-Si, mamá. Es que tengo el presentimiento de que hoy va a ser un gran día así que lo quiero disfrutar desde lo más temprano posible.

 La realidad que la noche anterior había estado tan emocionado que ni siquiera pude dormir. Me acuerdo que estaba acostado en mi cama y cada hora me parecía una eternidad. Mirando hacia el techo con una sonrisa de oreja a oreja, mientras me preparaba emocionalmente,  imaginándome el cuerpecito de alguno de mis compañeros todo carbonizado en el medio del patio de la escuela. Echando humo por un agujero en donde anteriormente había una cabeza. Capaz hasta nos dejaban salir antes y podía pasar por el kiosco a comprar un helado de limón. Para celebrar.
 
Ah, qué bueno que iba a estar.
 
Entonces fui a la escuela y cuando llegó por fin la hora del recreo, me senté en una de las gradas. Tomando la precaución de elegir una que estuviera lo más cerca posible a mis compañeros. Que en ese momento, y como todas las mañanas, se encontraban dándole patadas a una pelota hecha de papel y cinta scotch. Como los cavernícolas que eran.
 
Yo estaba tan entusiasmado que no podía parar de sonreír. En un momento hasta tuve miedo que eso me delatara y algunos de estos monos se dé cuenta.
 
En ese momento, Adrián, uno de mis compañeros, me ve y me dice:
 
-Hola W, ¿cómo estás? Che, nos falta uno. ¿No querés venir a jugar?
-No, la verdad que no. Estoy teniendo una mañana bastante agradable como para que se me arruine viéndoles la cara a ustedes.
-Eh, bueno. No, yo te decía para que no estés solo. Disculpá, si te molesté.
-No, todo bien. Pero ahora desaparecé de mi campo visual, por favor.
 
Adrián era al que menos soportaba de mis compañeros. Siempre haciéndose el buenito. Seguro que me estaba diciendo de jugar con ellos solo para ponerme en el arco. Así estos hijos de puta me cagaban a pelotazos.
 
Claramente me estaban haciendo bullying.
 
Pero no importaba. En pocos minutos estaba seguro de que el juego de la pelotita se les iba a terminar para siempre. Dios me había escuchado.
 
Los minutos fueron pasando y medio que me preocupé. En unos minutos iba a sonar la campana e íbamos a tener que volver al aula.
 
El cielo estaba gris. En cualquier momento se iba a largar a llover. ¿Habrá sido una señal?
En eso escucho la voz de una de mis compañeras:
 
-Disculpá, ¿te puedo preguntar algo? ¿Por qué mirás tanto al cielo?
-Por la misma razón que vos te la pasas mirándolo a Martín. Porque se me canta el quinto forro de las pelotas. Por eso.
 
Esta compañera en cuestión se llamaba Victoria. Y me gustaba desde primer grado. Entonces para disimular un poco le tiré una respuesta medio distante para que no quedar en evidencia. A parte a veces el hecho de tratar mal a la chica que te gusta te hace ver más interesante. Por lo que seguramente eso me había hecho ganar varios puntos.
 
A pesar de que seguí esperando, al final no hubo ningún rayo divino. Ni tampoco una pelota pinchada. Por lo que llegué a pensar que tal vez los poderes de Dios estaban limitados para mí porque seguramente me faltaba rezar más. Si, seguro que era eso. Capaz el poder de Dios era algo que tenías que ir desbloqueando a medida que ibas ganando más experiencia leyendo la biblia. Como si fuese un videojuego.
 
“Bueno, con que por lo menos Dios haga que alguno de mis compañeros se resbale jugando a la pelota y se desnuque, me conformo,” me dije a mí mismo.
 
Pero nada de eso ocurrió. Mis oraciones no solo habían caído en oídos sordos, sino que como si se tratara de una cruel broma del destino, un pelotazo me dio de lleno en la cara, haciendo que me caiga de la grada en donde estaba sentado y fuese a parar al suelo.
 
Recuerdo que en ese momento cuando logré levantarme, me puse a llorar. Me puse a llorar al mismo tiempo que tibias gotas de sangre salían de mi nariz y me manchaban el guardapolvo.
 
Más que por el dolor en si, por lo que realmente me había puesto a llorar fue por la impotencia y la desilusión al saber que Dios no solo me daba la espalda, sino que también se burlaba de mí.
 
Justo cuando me dirigía hacia el baño para lavarme la cara, Victoria se me acerca y me pregunta:
 
-¿Estás bien?
 
Su rostro detonaba verdadera preocupación. Incluso al día de hoy, todavía recuerdo su carita redonda, llena de pecas, y su particular peinado con trenzas.
 
Entonces ahí estaba yo. Observando a Victoria. Tratando de descifrar aquella mirada tan dulce que tenía, casi angelical…hasta que finalmente le doy una trompada en el medio de la cara. Tan fuerte que la piba se desplomó ahí mismo, como si fuese una pila de ladrillos viniéndose abajo.
 
“¡Nadie te pidió tu ayuda, puta!” recuerdo que le grité y después le di una patada. Aunque como había quedado inconsciente ni la sintió.
Uno nunca tiene que mostrar debilidad ante la chica que le gusta. Esa sigue siendo una de mis reglas, incluso hasta el día de hoy.
 
A parte que seguramente todo esto no fue más que una prueba de fe que me había puesto el Señor. Para ver si sucumbía a la tentación y terminaba pidiendo ayuda en lugar de valerme por mí mismo.
 
Entonces, bueno, la dejé a la hereje mi compañera tirada en el piso y me dirigí hacia el baño para limpiarme un poco. Y en el camino me acuerdo que recité dos o tres padres nuestros como para ir elevando un poco mi nivel de bondad.
 
Estaba haciendo las cosas bien. Era solo una cuestión de tiempo para que mi fe empezara a dar sus frutos.
 
Con toda la conmoción terminé perdiendo por completo la noción del tiempo, al punto de que el recreo se me pasó volando.
Cuando llego al salón me encuentro con que la clase de plástica ya llevaba varios minutos de haber comenzado.
 
Romina (la maestra) una joven de unos 25 años en aquel entonces, interrumpe la clase, y gira la cabeza apenas me ve que estoy abriendo la puerta.
Su rostro dejaba al descubierto una expresión de incredulidad mezclado con horror. Como si en lugar de entrar al salón un tierno y dulce niño de 8 años, acabara de irrumpir al lugar el mismísimo hijo de Lucifer.
 
-¿En dónde estabas? -me pregunta de forma casi acusadora, como si fuese un criminal buscado. A lo que yo le respondo que me encontraba en el baño limpiándome las manchas de sangre. Ya que durante el recreo a mis compañeritos de clase no se les ocurrió otra forma mejor de pasar el rato que darme un pelotazo en el medio de la cara. Y todo porque me rehusé a jugar con ellos.
 
-¡No, W! ¡Te juro que fue un accidente! ¡No lo hicimos a propósito! -me grita Marquitos. Uno de los chicos más humildes de la escuela. Siempre con el guardapolvo usado y las zapatillas gastadas.
 
-Vos cerrá el orto, piojoso de mierda- le digo.
 
Yo ya estaba caliente, me acuerdo. Yo me había levantado con la mejor onda del mundo y estos crápulas me tenían que venir a joder el día con su bullying.
 
La maestra (como si no hubiese escuchado una sola palabra sobre de lo que le acababa de contar) me dice que el director del colegio había estado preguntando por mí. Solicitando de manera urgente que me acercara a la dirección.
 
¡Ja!, esto por supuesto no significó ninguna sorpresa para mí, ya que el director, ya sea por una cosa o la otra, siempre encontraba alguna excusa para venir a buscarme al salón de clase y dejarme castigado en la dirección. Inventando cargos en mi contra, como siempre con la complicidad de algún docente. En este caso la maestra de plástica.
Lo cual tampoco me sorprendió ya que hace rato me había percatado de que la escuela estaba organizando un complot en mi contra que involucraba al director, los maestros, los alumnos y el personal de maestranza. Con el único propósito de manchar mi nombre. Todos estaban en mi contra. Todos me hacían bullying.
 
Y esto yo se lo había dicho a mi madre en incontables ocasiones, pero la maldita perra simplemente no me creía y siempre me salía con lo mismo:
 
-¿Hijito estás seguro que vos no tendrás un poquito de culpa también?
 
Si. Culpa de ser demasiado bueno y noble, tal vez.
 
Yo no lo podía creer. No podía creer como una madre era capaz de dudar de su propio hijo. Y más aún cuando ese hijo era yo, que vivía con la biblia debajo del brazo, siempre pensando en la forma de ayudar a los demás. ¿Qué no había hecho por esta familia? Hice hasta lo imposible por salvar la cena navideña, ¿Y todo para qué? Para que me terminen culpando a mí de todas las desgracias que habían acontecido esa noche, cuando lo único que hice fue desenmascarar las mentiras del tirano de mi tío Horacio.
 
Pero bueno, volviendo al salón de clase, yo me disponía a tomar asiento en mi lugar, al tiempo que mi maestra me seguía con la mirada.
 
-¿Puedo saber que estás haciendo? El director dijo que vayas a su oficina. -me dice la maestra. A lo que yo le respondo (siempre desde la altura y el respeto) que se quedara tranquila. Que ni bien terminara la clase iba a ir a ver al director. Y qué bueno, si no le gustaba que me llevara ella, a ver si podía.
 
La maestra hace un gesto de negación con la cabeza como si estuviese diciendo “Bueno, hace lo que quieras,” y vuelve a la clase, sin prestarme mayor atención.
 
La consigna del día era dibujar algo que representara algún momento importante en la vida de otra persona. Podía ser cualquiera que nosotros conociéramos. Un amigo, tu compañero de al lado, un familiar, etc., etc., etc.
 
"Esta es la mía," fue lo primero que pensé.
 
La oportunidad de tener un gesto noble con mi maestra y ganarme su confianza.
 
Déjenme que les explique: Hace unos meses, Romina, la maestra de dibujo, había perdido un embarazo y a raíz de eso su esposo la abandonó, ya que fue incapaz de superar la tristeza y por ende decidió huir.
Por lo que mi querida maestra aún se encontraba bastante sensible.
 
Así que no lo pensé más. Tome mis lápices y puse manos a la obra.
 
El tiempo fue pasando y yo estaba ahí, con los cinco sentidos en mi hoja. Estaba tan concentrado y tan entregado a mi obra que básicamente me había vuelto uno con el lápiz.
 
Hasta que de pronto me doy cuenta de que me faltaba lo más importante.
 
-Disculpen chicos, ¿alguno tiene lápiz de color celeste para prestarme? -le pregunto a mis compañeros. Pero como era costumbre, el silencio y la indiferencia fueron mi única respuesta.-¿Que pasa chicos? Me pareció haber visto que alguien tenía una caja llena de lápices con varios colores. Pero no me acuerdo quien.”
 
La maestra me mira y me dice:
 
-Si, estás hablando de Victoria. Pero como vos ya debes saber, tuvo un accidente y no va a volver por el resto del día.”
 
Yo me quedé perplejo. “¿Cómo un accidente? ¿Cuándo?” No tenía sentido, si hasta hace un rato la había visto en el patio y estaba lo más bien. Desparramada en el piso con la nariz rota, pero después de eso, diez puntos.
 
En fin, me las arreglé como pude y poco antes de que se sonara el timbre (y esperar a que el resto de mis compañeros entregaran sus trabajos así dejaba lo mejor para el final) me acerco a la maestra y le digo:
 
-Mire seño, este es mi dibujo, me tomé el atrevimiento de inspirarme en su vida. Lo hice con el corazón, espero que le guste.
 
Por un momento les juro que canté victoria. Al ver la tierna y dulce sonrisa de una maestra que claramente estaba orgullosa de tener un alumno capaz de engendrar semejante obra de arte.
Pero lamentablemente mi alegría duró muy poco, ya que aquella sonrisa poco a poco se fue desfigurando y deformando, como en cámara lenta, hasta convertirse en una mueca de horror y asco.
 
Entonces, para aclarar las cosas, rápidamente me acerco y procedo a explicarle mi obra en detalle. Así no había malentendidos incómodos para nadie.
 
“No, seño. Espere. Déjeme que le explique, por favor. Esta que está acá en el piso llorando y extendiendo el brazo de manera suplicante y patética, es usted. Y la persona que sale al otro extremo de la habitación (y de quien cuya imagen solo vemos la pierna y el brazo) es su esposo. O ex esposo, como usted prefiera. No sale completo porque es justo el momento en donde se está yendo por la puerta y la deja. Y bueno, finalmente esa bola roja y deforme que aparece en el piso sobre un charco de sangre es él bebe que perdieron.
Creo que fue un momento muy importante en su vida que de seguro la marcó y es por eso que decidí inmortalizarlo en este humilde dibujo. La verdad que no espero que me ponga un diez, pero con que me ponga un nueve cincuenta y lo pegue en su heladera me conformo.”
 
Lo que siguió a continuación fue un grito desgarrador por parte de mi maestra, que hizo que las palomas de la ventana rajaran a la mierda.
 
La mina rompió en llanto ahí nomás y salió del aula corriendo y gritando.
 
Yo no entendía nada. ¿Por qué se había ido sin decir nada? ¿Le había gustado o no le había gustado mi dibujo?
 
Lo siguiente que recuerdo de ese día, fue que poco después (por alguna razón) me encontraba una vez más en la oficina del director. El cual sostenía mi dibujo con las puntas de dos de sus dedos (como si fuese algo tóxico y peligroso) me pregunta:
 
-¿A vos te parece bien lo que hiciste?
 
Al principio no comprendí bien a qué se refería Luis (así se llamaba el director), pero al cabo de unos segundos lo entendí perfectamente. Entonces le digo:
 
-Bueno, es que no conseguí celeste, que era lo que tenía pensado para las lagrimas. Así que tuve que usar un crayón. Perdón.
 
Evidentemente no fue la respuesta que buscaba este hombre, ya que al día siguiente citaron a mi mamá al colegio. Se había vuelto tan comunes los llamados a mi madre que en un punto hasta habían abarajado la posibilidad de instalar una línea directa, similar al que usaba el comisionado Gordon para llamar a Batman, en la serie de los 60.
 
Ese día logré escabullirme de mi salón de clases y me dirigí hasta la puerta de la dirección para ver si era capaz de escuchar algo de lo que el director le estaba diciendo a mi madre.
 
No se escuchaba muy bien, así que tuve que prestar la mayor atención posible.
 
“…y la dejo ahí tirada, señora, con la nariz rota. Una nena inocente y una excelente alumna en todos los aspectos. Hoy los chicos se tomaron la foto anual y la pobre estuvo llorando todo el día porque ella tuvo que salir con media cabeza vendada.” 
 
Claramente estaban hablando de Victoria. Típico de Victoria, hacer un melodrama por cuestiones estéticas. Si no fíjense ustedes. La muy egoísta preocupada por si salían o no sus heridas superficiales, sin ponerse a pensar un segundo en mis heridas.
Las heridas del el corazón, causadas por el hecho de que estaba en tercer grado y todavía no tenía un puto amigo. Y eso que estaba haciendo un esfuerzo sobre humano.
 
Sinceramente empezaba a pensar que estaba haciendo las cosas mal.
 
Pero no terminen de indignarse, ya que las mentiras y calumnias del malvado director, todavía estaban lejos de terminar.
 
“Y después lo que le hizo a la maestra de dibujo. La joven renunció esta mañana y ahora incluso está pensando en dejar la docencia. La madre nos llamó y dijo que ahora está con tratamiento psiquiátrico. Sinceramente señora, no cree es hora de buscar una solución para su hijo ¿El padre que piensa a todo esto? ¿No pensaron en algún momento, no sé, dejarlo en la puerta de una iglesia y empezar de cero?”
 
Mi madre en ese momento se quiebra y empieza a llorar. Diciendo que efectivamente esa posibilidad la habían pensado en reiteradas oportunidades. Pero que no nunca lo hicieron, ya que no querían cagarle la vida a otra familia inocente.
 
Unos días más tarde mis padres se me acercan y me dicen que habían tomado la decisión de inscribirme en una escuela dominical. Según ellos, para que esto me ayudara a ser mejor persona. Incluso una mejor de lo que ya era.
 
Y no les puedo negar que al principio estaba emocionado. Emocionado ante la perspectiva de poder interactuar con otro grupo de chicos de mi misma edad, y capaz (si Dios quería) hacer amigos.
 
 

viernes, 24 de julio de 2020

Me bloquearon en el Día del Amigo

Siempre fui pésimo para recordar fechas festivas o conmemorativas. En serio. Me acuerdo que una vez llegué a olvidarme que era Navidad, y no me di cuenta hasta que a la mañana siguiente vi al resto de mi familia cortando el pan dulce. 

Y en otra oportunidad llegué incluso más lejos y olvidé que era el Día de la Madre. Y me enteré de esto recién dos días después,c la encuentro a mi progenitora llorando en el baño desconsoladamente porque nadie la había saludado. Y me puse mal por ella realmente. O sea, que yo me olvide es una cosa pero ¿NADIE más se acordó? Entonces claro, ahí me doy cuenta que para fechas muy puntuales como esta se espera que el hijo sea el que salude a la madre. Que en este caso vendría a ser yo. Pobre. La tipa hasta había pensado que me estaba haciendo el desentendido justamente para sorprenderla con un regalo al final del día. Mala mía.

Entonces imagínense que si me olvido de fechas como esa, las probabilidades de que me acuerde de cuando corno es el Día del Amigo son casi nulas.

Pero gracias a la tecnología pude saber que era el Día del Amigo -o que estabamos cerca- porque una amiga hizo una publicación al respecto en su pagina de Facebook.

Era algo más o menos así:

¡Se aserca el día del amigo! ¡Así que vamos a hacer un juego! Si me consideras tu amiga aunque sea virtual, escribe aquí abajo una palabra que me defina. Solo una palabra! Luego copia y pega esto en tu muro así te puedo definir a vos! ¿Les va? ¡Feliz día del amigo!

Era evidente que me encontraba frente a un terrible caso de "Necesito urgente que alguien diga algo bueno de mí porque si no me tiro abajo de un auto."

Se trata de ese tipo de publicaciones en donde el sujeto en cuestión trata de enmascarar su falta de atención y banca rota moral por medio de estos "juegos" que uno lo ve y piensa "La puta madre, nunca tendría que haberle hablado a esta persona. Y encima si me tiene como amigo eso significa que me puede escribir cuando quiera."

Pero se ve que su treta había llamado la atención de un pequeño puñado de soldados que enseguida acudieron al llamado de solidaridad (ya sea porque realmente le tenían aprecio o simplemente pensaron que si le seguían el juego la tipa eventualmente se iba a dejar de joder.)

Y empezaron a poner cosas como:

-LEAL
-CONFIABLE
-CARIÑOSA
-FUERTE

¿Fuerte? Admito que me costó bastante entender que le habían querido poner con eso. Porque si se referían a una fortaleza interna claramente le estaban tomando el pelo.
La mina por poco estaba suplicando que alguien le dijera que valía algo y estos supuestos amigos se le estaban cagando de risa en la cara.

Era algo que no podía permitir. 

Entonces, armado de valor tomé mi teclado y le escribí una palabra, que a mi parecer, la iba a ayudar a regresar a la realidad. 
Y miren que bueno que seré que hasta seguí las reglas de su juego y usé solamente una palabra tal cual ella había sugerido en su publicación. 

"PATÉTICA," le puse.

Me costó pero después de meditar unos instantes creo que no pude haber encontrado una palabra que defina mejor el comportamiento de mi amiga. Al principio le iba a poner "Analfabeta de mierda, "acerca" va con C." Pero creo que hubiese opacado la esencia en la lección de vida que estaba intentando transmitirle con una sola palabra. Algo que puede parecer poco e incluso ser percibido como un insulto. Pero que estaba seguro de que mi amiga lo iba a entender.

"Me está diciendo que soy patética. Un calificativo bastante degradante pero que después de eso el único camino que hay es seguir subiendo. Porque no hay nada más bajo que patética. Sabe que puedo ser mucho mejor. Por eso me lo dijo. Gracias W. La verdad, que sos el mejor amigo que uno puede pedir. Nada que ver con todos estos falsos que lo único que buscan es brindarme las mentiras que quiero escuchar para lidiar con mi existencia triste y sin sentido. Solo pare después apuñalarme por la espalda. Gracias, W. Gracias en serio. Por esta lección."

Si. Seguramente eso es lo que iba a decir mi amiga cuando leyera mi comentario.

O eso fue lo que pensé yo.

Imagínense mi cara de sorpresa e indignación cuando vi que me había bloqueado.

Supongo que asimilar la verdad a veces nos sale muy caro. Mientras que por otro lado las mentiras son baratas y abundan en ofertas.


viernes, 10 de julio de 2020

Winter Has Come

Si sos como yo y preferís mil veces las temperaturas frías por sobre las insufribles temperaturas volcánicas con la que nos suele castigar esa cruel estación llamada verano. Seguramente en algún punto de tu existencia te habrá tocado lidiar con el boludo de turno que sufre el invierno, al punto de odiar su vida y por sobre todo a vos. Ya que está al tanto de tu simpatía por esta fría estación. Y que al llegar la misma no puede esperar a verte una campera y una bufanda puesta para preguntarte:

"¡AAH! ¿No era que te gustaba el invierno? ¿QUE HACÉS CON UNA CAMPERA PUESTA ENTONCES?"

A parte te lo dicen en un tono de lo más triunfante. Como si la perspectiva de que vos estés sufriendo lo mismo que ellos les generara algún tipo de placer o satisfacción.

Entonces vos te quedás mirándolo. Sin palabras, al tiempo que intentas digerir la pelotudez que acaba de decir sin tener que matarlo el proceso.

Si, genio. Me gusta el invierno. A veces, por las noches, mientras el resto llora debajo de una frazada, a mí me gusta a caminar acompañado de una buena selección de temas para escuchar. Por lo general el OST algún videojuego o serie. 
Pero para hacer esto obviamente que primero me tengo que abrigar. Porque de ninguna manera el simple hecho de que me guste el invierno me vuelve automáticamente inmune al frío.

Si salgo a la calle y no tomo las precauciones básicas lo más probable es que me agarre una pulmonía. O algo peor. Que se me congelen las neuronas y después termine como vos. Haciendo este tipo de planteos que sobrepasan cualquier tipo de barra que sirva para marcar que tan estúpida sea una sentencia.

No obstante, tengo que reconocer que este año el invierno se me está haciendo significativamente más difícil de llevar. Aunque no es de extrañar si tenemos en cuenta la situación actual que nos prohíbe de realizar un gran numero de actividades que solemos llevar a cabo en nuestra vida cotidiana.

A mí por ejemplo, si bien me encanta salir a caminar por el parque por las noches, algo que siempre me dio paja fue correr. Por más que le quiera poner onda y me lleve el MP4 me resulta una tarea casi tortuosa. De hecho es hasta peor. Porque al usar auriculares estos o se te enredan, o se te pegotean. Y a veces es una combinación de las dos cosas. 
En donde a medida que uno va corriendo siente ese tirón molesto de los auriculares como si fuesen dos anclas gigantes, y la experiencia se torna bastante molesta. 
Y ese caso no hay OST de Sonic que valga.

Entonces lo que hice fue inscribirme en un gimnasio. 

Admito que desde que me anoté por primera vez en 2007, cada uno o dos años "renovaba" mi inscripción pero a las pocas semanas o un mes como mucho, terminaba abandonando.
Sin embargo los últimos dos años fueron diferentes, ya que estaba yendo prácticamente todos los días. 
Y está bueno, porque a medida que vas y lográs mantener cierta continuidad; los resultados, tanto física como mentalmente comienzan a notarse y se genera un circulo vicioso de motivación. Que hasta incluso te sirve para llevar a cabo una dieta mucho más balanceada.

Y ahora, con la situación actual no puedo ir. Y la verdad que es bastante choto porque últimamente me la paso comiendo porquerías. 

Mi objetivo nunca fue sacar el gran físico, porque sinceramente no me interesa. Pero si me servía para otras cosas. Como por ejemplo enfocar mis ideas para después sentarme a escribir frente a la computadora. 

Además de que es otra forma para mantenerse activo y no acabar consumido por la fatiga y la paja de no querer salir de tu cálida y sensual cama. Que imagino, debe ser la lucha constante de muchos.

En cambio ahora todo me cuesta más. Creo que en los últimos días rompí mi propio récord en tazas de café. Ayer creo que me tomé ocho. 

Con el frío que estuvo haciendo en los últimos días no puedo evitar preguntarme si se repetirá el mismo suceso que hace 13 años, y nuevamente vamos a tener nieve en la ciudad de Buenos Aires.

O no. Tal vez el frío que esta haciendo ahora no es tan fuerte o muy diferente al de años anteriores, pero la falta de actividad física (por más que esta se trate de algo tan simple como caminar hasta la parada del colectivo) hace que el invierno sea mucho menos tolerante.

¿Quien sabe?


domingo, 5 de julio de 2020

Cuando todo esto pase nos juntamos...PERO

"Cuando todo esto pase nos vamos a juntar a hacer esto" o "nos vamos a juntar a hacer lo otro," seguramente se han convertido en la frase más utilizada en lo que va del año. Moneda corriente, que alude a un inminente reencuentro con tus seres queridos cuando la pandemia del COVID-19 termine.

Pero maldita sea, ¿cuando va a ser eso realmente?

Si nos tenemos que dejar llevar por lo que la opinión publica manifiesta en las redes sociales, en donde la frase "Esta mierda me arruinó el año" es usada frecuentemente, podríamos decir que la situación actual va a durar por lo menos todo lo que queda del 2020. Y estoy siendo lo más positivo posible al respecto. Pero...¿y si no es así?

¿Y si de acá a un año la situación está exactamente igual o peor?

Es que hasta puedo visualizar el escenario dentro de mi cabeza en estos momentos. Gente haciendo descargos y echando maldiciones tal cual está sucediendo ahora. Solo que elevado a la décima potencia:

"La pandémia me cagó el 2020 y el 2021. ¡Dos años de mi vida arruinados por culpa de esta mierda!"

Dos años...Bueno, que se yo, tampoco es tanto. Algunas personas incluso puedieron encontrar consuelo al darse cuenta de que sus vidas ya estaban completamente arruinadas ANTES del COVID-19. Y por lo tanto la situación actual no los afecta tanto. Ya estaban hundidos en la más profunda de las miserias desde mucho antes.

O sea, pensemos un poco en esa gente también. Personas que de un día para el otro se enteraron de que el estilo de vida que venían llevando hasta ahora se llama "Cuarentena" y que el distanciamiento social siempre fue su pan de cada día.

Entonces uno lo enfoca desde ese lado y dice: "Bueno dos años no es tanto. Si me comparo con este pobre infeliz, que cuando todo esto pase va a seguir igual porque su cuarentena es de por vida. La verdad tendría que ser un poco más agradecido. Cuando todo esto pase voy a poder salir de nuevo y reencontrarme con mis amigos y seres queridos."

Ahí está. De nuevo. "Cuando todo esto pase..."

Como dije recién, en el peor de los casos dos años no es tanto, pero...¿y si pasado ese tiempo sigue todo igual?

Y si la frase "La padémia me cagó el 2020 y el 2021," poco a poco empieza a mutar y sin darse cuenta se transforma en "La pandémia me cagó la última década. Diez años de mi vida arruinados por culpa de estos chinos de mierda."

Es preocupante realmente. Porque si les tengo que ser sinceros, a mí lo que más me jode no es el hecho de no poder salir ni ver a mis seres queridos. Porque les soy honesto, amigos cada vez tengo menos y en cuanto a mis familiares muchos me han cerrado la puerta en la cara cuando los he ido a visitar porque dicen que soy negativo (siempre lo dije, palabra que para mí se utiliza para atacar al realista).

Como les decía, no es el hecho de no poder ejercer mi derecho a tener una vida social activa lo que me perturba sino la incertidumbre de no saber hasta cuando voy a estar así.

Porque yo lamentablemente no puedo convecerme a mí mismo de que esto para fin de año ya va a estar solucionado. No. O hacer como esas personas que se ponen a comprar pasajes de avión para Septiembre, como si el virus tuviese un contrato hasta X fecha y después de eso simplemente desaparece. Y lo peor va a venir en verano sin dudas, cuando la gente se quiera ir de vacaciones a la playa y se encuentre con la cruda realidad de que la selfie tomando caipiriña se la va a tener que sacar en el patio de su casa con la pelopincho de fondo. Sin tienen suerte.

Ojalá me equivoque. 

Pero no creo. 

Estamos perdidos.


domingo, 17 de mayo de 2020

Mis vecinos copados


No es que yo sea negativo, ni pesimista, o como me gritaron el otro día desde un balcón: "La peor plaga que azotó este barrio." Palabras que hieren, la verdad. Y que me parece que no me merezco.

A ver. Yo entiendo que seas una persona con limitaciones mentales, que no sabe comportarse. Y que el encierro, producto de la situación actual que todos -y lo repito por si no queda lo suficientemente claro- TODOS estamos viviendo, tal vez te esté afectando un poco más que a los demás.
Haciendo que todas tus cualidades y características de subnormal se potencien.

Y sé perfectamente que enojarme con vos, y preguntarte por qué elegís adoptar estos comportamientos tan primitivos es totalmente inútil. No tendría ningún sentido. Es como preguntarle a un mono porque le gusta andar colgado de los arboles, saltando de un lado al otro. Supongo que se debe al instinto del animal. Algo lo debe motivar a subirse al árbol y quedarse ahí arriba, colgado de una rama. Entonces, así como el mono actúa por instinto, supongo que mi vecino también es un pelotudo por instinto. Y si bien sé que preguntarle por qué es así, no me va a llevar a ningún lado, lo hago igual. Porque supongo que a mí también me mueve el instinto. Mi instinto de curiosidad. ¿Por qué es así este hombre?

Resulta que el otro día estaba yo muy tranquilo en mi casa, cumpliendo con el aislamiento social, como corresponde. De hecho soy tan buen ciudadano que lo vengo haciendo hace años. Como si hubiese estado entrenando arduamente para este momento. Instinto de supervivencia, llamémosle. 

Como le decía, estaba en mi casa, serían entre las diez y once de la noche, cuando de repente escucho que alguien se pone a cantar la Marcha Peronista. Si, aquella marcha partidaria que por alguna razón de un tiempo a esta parte la gente piensa que es una buena idea ponerla en los cumpleaños. Como si el hecho de tener que fumarse un cumpleaños per se, no fuese suficiente castigo.

La cosa es que ahora se ve que también es una buena alternativa para pasar la pandemia.

A todo esto, a este ser tan agradable de la vida se le sumó una señora que todos los días -sin excepción- se pone a cantar el himno nacional. 
Para lo que no lo sepan, acá en Argentina, los ciudadanos adoptaron la misma modalidad que en otros países (creo que la cosa empezó en Italia y España) de aplaudir masivamente desde los balcones para honrar y hacer un pequeño tributo al esfuerzo y sacrificio de nuestros médicos. Si, los mismos médicos a los cuales después, la gente que los aplaude, va hasta la casa a dejarle notas para pedirle de la manera más políticamente correcta que por favor junten todas sus cosas y se vayan a vivir a otra parte, porque si no les van a prender fuego la casa. Obviamente que esto no lo hacen porque sean una manga de hipócritas repugnantes, sino para resguardar la seguridad del barrio y los vecinos. Solidaridad argentina en su máxima expresión, señores.

No me gusta hacer recurrir a las suposiciones, pero estoy seguro de que esta persona que aplaude a los médicos y después les pide que se vaya -porque está todo bien con los aplausos y el valor por el trabajo ajeno mientras no vivas en mi edificio y me quieras contagiar a mí, maldito cerdo infectado- es el mismo boludo que sale a la calle con el barbijo y se deja la nariz destapada.

O como la señora que me encontré el otro día en el supermercado que está a una cuadra de mi casa, y que cuando estaba haciendo la fila me pidió por favor si no me podía alejar todavía un poco más. De más está decir que yo estaba respetando el metro y medio de distancia, porque al margen de que últimamente en cada supermercado hay una puta línea para marcar la proximidad que debe haber entre dos personas, pienso que para salir de una situación crítica lo primero que hay que hacer es cumplir con las medidas básicas. 

Y si bien no soy tan bueno como las personas que todos los días aplauden religiosamente a los médicos desde sus balcones (que al mismo tiempo tienen preparado a un costadito un par de bombas molotov, ya saben, por las dudas) no me gusta ser un mal llevado. Pero tengo mis límites. Entonces la miro bien a la señora, y con la voz apenas camuflada por el barbijo le digo:

-Señora, perdón, con todo respeto le digo: ¿Usted cuántos años tiene?

-Yo tengo setenta y ocho años. Justamente por eso te pido que te alejes un poco más, no te lo dije para que te ofendas.

-No, es que a mí no me ofende su petición personal. Lo que me ofende es la estupidez de la gente, señora. Porque digo "la pucha" al final parece que nos merecemos este maldito virus. Tal vez, el propósito de su existencia sea justamente limpiar la faz de la tierra de gente de mierda y egoísta que solo piensa en su culo. Como usted. Que tiene como cien años, y en lugar de cumplir con las medidas que dictaminaron para la gente mayor, de tener quedarse encerradas en sus casas adentro de un sarcófago ( o algo así) se la pasan jodiendo en la calle y quieren que uno tome diez cuadras de distancia para sentirse más seguras. ¿Quiere sentirse más segura señora? Quédese en su casa. Quédese en su casa a esperar lo inevitable. Y agradezca que todavía sigue viva.

La señora, así como estaba, dejó las cosas en una góndola que tenía al costado y salió del supermercado. Con una velocidad que pocas veces vi en personas de esa edad.

Que se yo. Si tengo que sacar algo bueno de todo esto, al menos puedo decir que logré hacer recapacitar a esa señora para que se quede en su casa y cumpla con la cuarentena como corresponde. Ya que en definitiva, aquellas palabras que le dije, si bien a simple vista puede que resultaran un tanto fuertes, no duden de que lo hice por su bien.